ATÚN BLANCO: «YA NO PUEDO SER LO QUE ERA, AHORA QUIERO SER LO QUE SOY»

Antón Rey (A Coruña, 1997) está detrás de atún blanco, un proyecto musical que combina la delicadeza acústica y la experimentación electrónica, una «firma sónica» que envuelve letras cuidadas, paisajes sonoros rotos... Inspirado en artistas como Bon Iver, Ben Howard o John Frusciante, el joven artista crea sonidos difíciles de catalogar, abarcando a su vez un amplio rango de géneros musicales e influencias artísticas.
17 (2024) e su debut discográfico, un viaje cíclico compuesto por 17 canciones, y una intro, escritas por el mismo entre 2018 y 2023 que representan un camino y un significado, que marcan un final y dan comienzo a algo distinto; algo diferente a esos recuerdos distantes, a esos restos de un sueño por la mañana que atún blanco hizo canción.
Foto © Marta Argüelles Hortelano
Con más de una década de experiencia en la música, ¿cómo pasa Antón Blanco a convertirse en atún blanco? ¿Cuál fue el germen de este proyecto... y por qué atún blanco?
atún blanco: «Llevo escribiendo canciones desde siempre, pero había estado escondiéndome en la posición cómoda de instrumentista, tocando en los proyectos de los demás. Me mantenía en segundo plano bajo falsas premisas, perfeccionismo tóxico, autosabotaje... Esta es la respuesta sincera, en realidad.
Y tras muchas dudas, lo que me obligó a ponerme manos a la obra fue un sueño: soñé que tenía una hija de tres años que estaba creciendo sin mí, abandonada y desatendida; me desperté hecho polvo y me di cuenta de que la niña era mi creatividad y mi música.
Empecé a trabajar en el disco inmediatamente.
Así que por fin estoy haciendo lo que siempre había querido hacer y ahora veo que en realidad no había nada a lo que tenerle miedo. Estoy muy en paz conmigo mismo (si me preguntas ahora), me siento coherente.
Y 'atún blanco', el nombre del proyecto, es una manera de quitarme de en medio. El proyecto no soy yo, aunque haya empezado conmigo. Podría convertirse en banda o incluso en comunidad artística, yo qué sé... Bueno, y también es un juego de palabras con mi nombre, Antón Blanco, que resulta que ya estaba pillado por un cantautor que no tiene nada que ver conmigo».
¿Cuál fue, y cómo recuerdas, tu primer contacto con la música?
atún blanco: «En mi casa no había mucha música. Mis padres dicen que desde pequeño prefería estar en silencio. Ahora también necesito mucho silencio.
Pero recuerdo cómo cuando tenía diez u once años algunas canciones que sonaban en la radio empezaron a captar mi atención y “hacerme sentir cosas”. Era sobre todo rock clásico: Stones, Dylan, Creedence...
Un poco más tarde el punk-rock se convirtió en “MI música”, supongo que en gran parte porque no le gustaba a mis padres ni a nadie más en mi entorno cercano.
Con 6 años me habían apuntado a clases de guitarra, pero quise dejarlas y no le volví a hacer caso hasta que con 13 o 14 años no descubrí MIS canciones y quise tocarlas».
Foto © Brais Piñeiro
Además de guitarras acústicas y eléctricas, hasta ahora tus instrumentos de referencia, en atún blanco escuchamos sintes, beats, instrumentos digitales... ¿Cómo fue este acercamiento a la electrónica?
atún blanco: «Me inspiraron artistas que se movieron desde “música de guitarras” hacia una producción electrónica y sonidos más experimentales: Ben Howard, Bon Iver, John Frusciante y Radiohead, entre otros.
Entré poco a poco y casi sin darme cuenta, como un advenedizo de última hora, pero ahora estoy obsesionado: Jon Hopkins, Fred Again, Floating Points, Four Tet, Jamie XX... la lista de influencias actuales sería interminable.
Hasta se me hace un poco raro decir “música electrónica”. Para mí es música... Da igual si estamos cantando a capella o haciendo beats desde un software digital. Son sólo las formas y lo que a mí me importa es el contenido».
Tus composiciones pueden caer en un amplio rango de etiquetas, que van desde el indie hasta la electrónica pasando por la música experimental y alternativa, pero, dejando a un lado géneros, etiquetas... ¿cómo describirías ti tu música? ¿A qué suena atún blanco?
atún blanco: «Sé a lo que suena atún blanco ahora.
Sé a lo que suena este primer álbum, que para mí es una especie de viaje onírico hecho pedazos pero lleno de luz, con mucho énfasis en la poética y a saltos entre paisajes melancólicos y catárticos.
“Hablar de música es como bailar de arquitectura”, escuché hace poco, así que disculpadme si no he dicho nada.
También sé a lo que están sonando los directos, polarizados entre momentos de improvisación o experimentación electrónica y canciones acústicas, que no dejan de cambiar y reinventarse de un concierto a otro.
Pero lo que más me gusta es no saber a qué va a sonar atún blanco de aquí a un tiempo. Lo que sí puedo decir es que el siguiente álbum está ya muy avanzado y no tiene nada que ver con este».
Bon Iver, Ben Howard o John Frusciante son algunos artistas que citas como principales inspiraciones de este proyecto. ¿Quién más dirías tú que influencia, o influenció, de manera particular tus composiciones?
atún blanco: «La lista de influencias musicales sería interminable. Creo que para este álbum también tendría que destacar a Aaron Dessner (Big Red Machine, The National), Noah Gundersen, Thom Yorke... Y paro ya, porque podría seguir hasta el infinito.
Además, el disco tiene un montón de referencias directas a libros: Tom Spanbauer, Josep María Esquirol, Camus, Nietzsche...
También me inspiran poetas, películas, conversaciones en mi día a día que acaban en mis diarios, frases que se me ocurren o escucho por la calle y apunto en las notas del móvil...
Pero lo que inspiró el tema central de cada canción en este álbum fue casi siempre un sueño. Me interesan mucho las formas de conocimiento irracionales; sueños, intuiciones y todo lo que no sabemos nombrar».
Estás presentando 17, tu álbum debut, que llegaba a las principales plataformas digitales a mediados de diciembre después de meses de adelantos. Tras descubrir que no pensabas publicar las canciones que recoge el disco... ¿qué hizo pues que te decidieras a compartir tu música?
atún blanco: «Como decía antes, el sueño que tuve sobre mi hija abandonada (en realidad no tengo hijos) me dio el empujón final que necesitaba.
Pero no sé, supongo que también fue un cambio de estado mental: dejar de esperar; esperar a que alguien me grabe y me produzca, esperar a sentirme 100% confiado, esperar a que todo esté perfecto, esperar a que mi día a día me lo permita...
Al final lo hice y ya está.
Compré el material, aprendí a usar Ableton y dediqué un año de mi vida a grabar, producir, hacer arreglos, equivocarme, experimentar y confiar en el proceso.
Me decía a mí mismo que mis canciones eran sólo para mí, pero en realidad siempre había querido hacer esto. Atreverme a compartir».
En 17 escuchamos cortes muy diferentes —que también fueron compuestos en momentos distintos entre 2018 y 2023— pero con una «firma sónica», como tú mismo la designabas, común. ¿Cómo la describirías? ¿Cómo trabajaste, y de qué manera evolucionó, tu sonido hasta alcanzarla?
atún blanco: «Primero filtré las diecisiete canciones que iban a entrar en el disco de entre los cientos de temas que he compuesto en mi vida. Todas empezaron siendo solo guitarra acústica y voz y esos elementos apenas cambiaron de la primera demo en el móvil a la versión final que ahora está en el álbum.
Luego me planteé cómo quería que sonasen, jugando con mis limitaciones, claro: el material y los conocimientos justos en el salón de mi apartamento. Por eso acabé tirando hacia algo más electrónico y textural, porque no tenía los medios para grabar algo limpio y definido.
Empecé grabando guías a finales de noviembre de 2023, dediqué todo el mes de diciembre a hacer beats, grabé los bajos en un par de semanas y luego, mientras esperaba a que me llegasen unos micros nuevos, descubrí por accidente gran parte de los arreglos electrónicos que acabaron dando lugar a la firma sónica del disco. Las guitarras acústicas también las grabé en un par de semanas y luego dediqué los meses siguientes a grabar guitarras eléctricas (microfoneando mi ampli de siempre) y voces.
Acabé de grabar y colocar los últimos detalles en noviembre de 2024, mientras revisábamos las mezclas finales de los temas».
Foto © Marta Argüelles Hortelano
Lo primero que escuchábamos de este largo fue “lobos de mar”, una canción que habla sobre emancipación, ciclos vitales... e incluso parece una declaración de intenciones («y ahora quiero saltar, solo quiero saltar»). ¿Es así?
atún blanco: «Es una declaración de intenciones en muchos sentidos, sí.
Primero mía, como artista. Creo que cuando miro atrás —porque aunque acaben de salir, para mí escuchar estas canciones es mirar atrás— lo que más me sorprende de “lobos de mar” es haber sido capaz de ser así de sincero.
Quería que fuese el primer single por eso, porque no responde a ningún estándar comercial, a mi entender. No tiene estribillo ni una estructura muy clara, no es muy “cantable” y la producción es poco común, creo.
Y luego es una declaración de intenciones respecto al álbum, a nivel sonoro y conceptual. Supongo que sí, que es el salto que da inicio al viaje».
Afirmas que «este álbum no es una colección de canciones. Es un viaje cíclico». ¿Por qué describirlo de este modo? ¿Hay algún hilo conductor que una las pistas de este viaje?
atún blanco: «Claro, es que hay gente que dice que el concepto de álbum está obsoleto, pero a mí me encantan los álbumes, escucharlos de principio a fin y que no sean sólo una colección de canciones. Así que no estoy de acuerdo y esto también era una declaración de intenciones: que mi primer trabajo sea un álbum de diecisiete canciones. Una escucha de más de una hora que pide atención y no responde al estándar de consumo acelerado actual.
El hilo conductor del viaje soy yo, pero no soy yo. 17 presenta temas existenciales, relacionales y políticos desde un punto de vista radicalmente subjetivo, pero esta subjetividad pretende señalar algo universal.
Es difícil decirlo porque, como explicaba antes, me interesa lo que no puede decirse. La narrativa de 17 no es lineal ni racional. Es más, como un sueño que muta, avanza a saltos y te afecta incluso si no eres capaz de explicarlo del todo cuando despiertas.
Es cíclico porque ocurre una y otra vez, siempre de manera distinta, pero este ciclo no es un círculo, es una espiral».
Foto © Marta Argüelles Hortelano
En la segunda pista “lobos de mar”, las haces sobre «volver a la orilla» que, justamente es el título de la pista 17. Comentábamos que las canciones fueron compuestas en épocas diferentes, ¿pero su orden en el disco es cronológica o conceptual?
atún blanco: «El orden es conceptual, pero “lobos de mar” sí fue de las primeras y “volver a la orilla” de las últimas a nivel cronológico. A veces he pensado que “(cero)”, la primera pista, es como estar en la cima de la montaña y que el final del álbum es llegar a la orilla. Otras veces tengo la sensación de que este ciclo ocurre varias veces a lo largo del álbum.
El orden de las canciones es totalmente a propósito y el número con el que se corresponde cada una también tiene mucha importancia, pero tardaría demasiado en explicarlo y creo que ni siquiera tengo que explicarlo. Creo que es más bien algo a descubrir».
Como una oda a la incertidumbre, “teruteru” muestra los dos extremos de atún blanco, quien baila entre introspectiva acústica y explosiones catárticas. ¿Recuerdas cómo nació esta pieza en concreto?
atún blanco: «Sucedió en una época de mucha incertidumbre en mi vida. En 2020 —además de la situación mundial extraordinaria que estábamos viviendo— dejé atrás mi casa, mi trabajo, a mis amigos y algunas ideas importantes que tenía sobre mí mismo y sobre cómo quería vivir. Me mudé a Fuerteventura y me llevé un libro que en su subtítulo decía “saber vivir al pie de un volcán”, que significa más o menos, saber vivir en la incertidumbre, por eso de que el volcán pueda entrar en erupción.
Es gracioso porque me acababa de mudar prácticamente al pie de un volcán. Y bueno, el mío no iba a entrar en erupción, pero era una metáfora bonita respecto a cómo me encontraba en ese momento.
La respuesta a esa incertidumbre era una manera de estar presente y de encontrar poesía escondida en todas partes. Ese es el juego de “teruteru”. Esta idea viene de otro libro, El hombre que se enamoró de la luna, de Tom Spanbauer, que, casualidad o sincronía, falleció cuando terminamos de mezclar “teruteru” y mientras me releía la novela, diez años después de haberla leído por primera vez y cuatro años después de haber escrito la canción».
Además de brillantes detalles, las letras están cargadas de metáforas, de referencias a la elementos de la naturaleza (no solo en los títulos)... en imágenes más propias de un poema que de la letra de una canción. ¿En qué, o quién, están inspiradas?
atún blanco: «Ya comentaba antes que leo mucho... Además, también como oyente, le doy mucha importancia a la letra de las canciones. No querría decir algo porque sí, para rellenar la canción o cuadrar la métrica y la rima sin más, porque cuando escucho eso en la música de otros me molesta un poco. Pierdo el interés.
Y claro, al ser mis canciones, voy a estar cantándolas una y otra vez... Más me vale estar diciendo algo que de verdad quiera decir. Y creer en lo que digo.
Uno de los grandes temas del álbum son los ciclos, como decía antes, y la conexión entre los ciclos vitales y los ciclos que vemos en la naturaleza. De ahí estas imágenes; nuestros procesos internos, la respiración, el ciclo circadiano; pero también las mareas, las estaciones, el día y la noche... Puede parecer un detalle obvio o poco importante, pero conectar con estos ritmos nos ayuda (o a mí me ayuda) a salir del nihilismo. Dejamos de vivir en un vacío o en abstracciones. De alguna manera encontramos certeza o incluso verdad, porque hay algo».
Cierras el disco con “diecisiete”, un tema que, curiosamente, parece describir cómo nació, y creció, el trabajo a modo de epílogo. ¿Estamos lo cierto?
atún blanco: «Sí, fue lo último que escribí... La primera parte de la canción enumera los temas del álbum en orden —“una premisa” (‘lobos de mar’), “dos sentidos” (‘deriva’)...— y se dirige a la niña del sueño con la repetición del “cuánto has crecido esperando por mí”.
La segunda parte se refiere al proceso creativo y parte de una cita de Nietzsche que dice algo así como “es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina”. Hay una voz lejana que se escucha cuando empiezan los acordes del final y es el sample de la demo original, la que grabé con el móvil cuando se me ocurrió la primera idea.
Es una especie de despedida. De esto me he dado cuenta hace sólo un par de semanas, pero estrené 17 cumpliendo 27 años y de golpe he entendido que es un muy buen resumen de mi devenir interno durante esta última década. Supongo que eran las historias que me contaba, y está bien contarse historias, pero no les podemos tener demasiado apego. Ya no puedo ser lo que era, ahora quiero ser lo que soy. 17 soy yo contando la historia para poder dejarla ir».
17 está grabado por ti en casa, donde también te encargaste de su producción al más puro estilo Do It Yourself (DIY). ¿Cómo fue a trabajar esta parte más técnica en solitario?
atún blanco: «Ha sido como estudiar una carrera...
La cosa es que la palabra “productor” se refiere a muchas facetas y trabajos. La usamos para referirnos a la persona que graba, que produce, que hace beats, que asesora a nivel artístico, que ayuda al artista a gestionarse emocionalmente... Y yo estuve haciendo todo eso conmigo mismo.
Aprendí muchísimo sobre cómo soy, cómo funciono mejor, cómo me gusta trabajar, qué rituales me sirven, hasta dónde llegan mis capacidades actuales, cuánto es demasiado... Y sobre todo a confiar en el proceso y entender que hay días “buenos” y días “malos” todo el rato, pero que no podemos permitir que esas oscilaciones nos definan.
A nivel técnico y creativo fue un proceso casi mágico. Es raro decirlo así, pero sentía que no tenía que tomar decisiones, que siempre sabía cuál era el paso siguiente y que yo no hacía. Solo me quitaba de en medio y dejaba que ocurriese... Esto da un poco de miedo porque sientes que no está en tus manos y no estás seguro de si vas a ser capaz de hacerlo otra vez.
Pero toda la producción y los arreglos del álbum sucedieron así, en base a visiones y accidentes. Soltando el control».
Foto © Mateo Ibarra
Para la mezcla y master de las canciones (y producción adicional) contaste con Iago Blanco (Capital Voskov, The Rapants) de Drum & Roll Studios (A Coruña). ¿Cómo fue la experiencia junto a él?
atún blanco: «Mi experiencia con él hasta ese momento había sido grabando guitarras en el estudio para dos EPs de mi amigo Brais (Braian de Palma) en 2022 y 2023. Y ya nos habíamos hecho colegas porque es imposible trabajar con Iago sin hacerse colegas.
Pero esto era algo diferente. Yo ya sabía que el diálogo con él iba a ser inmejorable y que era un profesional de mucho nivel, pero aún así superó todas mis expectativas. La comunicación y el trato fueron de diez incluso en los días difíciles, y sobre el trabajo técnico creo que no tengo que decir nada porque habla por sí solo. Iago entendió la idea (poco común) que le presenté, la llevó a otra dimensión y le dio su toque personal, respetando el trabajo original y mejorándolo.
Creo que los dos aprendimos mucho de este proceso, nos hemos hecho muy amigos y sabemos que vamos a seguir trabajando juntos, pero no quiero desvelar mucho aún.
Lo que más me gusta de Iago es que (para mí sin duda) es de lo mejor que tenemos ahora mismo en Galicia, pero no necesita ir de guay. En esta industria casi todo el mundo está intentando inflar lo que hace y venderte la moto.
Encontrarse a alguien que trabaje con esta calidad y se mantenga humilde y cercano es raro».
El álbum se presenta con una duración de algo más de una hora, casi 70 minutos de delicadeza acústica y electrónica experimental. No es muy común que un primer largo sea tan largo, sobre todo en estos tiempos de cultura del breve y atención dividida, ¿por qué hacerlo así?
atún blanco: «Ya, es eso mismo que decía antes... Siempre ha habido una industria musical presentando una serie de pautas a seguir para que “el producto funcione” y siempre ha habido gente haciendo productos e intentando que funcionen. A estas personas, a las que generan contenido con miras a cómo vaya a ser recibido, siempre se las ha llamado “comerciales” o “vendidxs” desde el underground y esto me parece muy sano. Señalar qué es venderse me parece sano, quiero decir. Y siempre ha habido también personas que, a pesar de los demás, crean desde un lugar sincero.
Lo que quiero decir con esto es que siempre voy a hacer lo que tenga que hacer, voy a mantenerme coherente. No es por llevar la contraria... Este disco tenía que ser así. A lo mejor algún día una canción me pide ser de 30 segundos y otro álbum me pide ser de tres horas y media. Y yo siempre voy a responder a lo que me pida la música, no a las modas de consumo vigentes».
Para que 17 se hiciera realidad abriste una campaña de micromecenazgo que superaste con éxito. ¿Esperabas tal apoyo, teniendo en cuenta que este es tu primer trabajo? ¿Repetirías la experiencia?
atún blanco: «La verdad es que espero tener cada vez más capacidad de financiación, no cuento con hacer un crowdfunding para cada trabajo. Pero sí, me sorprendió; cruzaba los dedos porque saliese bien, pero fue mejor de lo que podía haber imaginado.
Por todo lo que decía en mi respuesta a la pregunta anterior, siempre he contado con que mi música no iba a ser bien recibida, inconscientemente, por eso de que no sea comercial o de escucha fácil. Así que no dejan de sorprenderme las respuestas positivas y el apoyo que recibo desde que saqué el primer tema.
Solo puedo dar las gracias».
El álbum —y cada uno de los sencillos sueltos— viene envuelto en un diseño minimal, de líneas finas y limpias sobre fondo blanco, obra de Amanda Tato. En este aspecto, ¿siguió Tato algunas pautas para darle vida a tus ideas o tuvo total libertad?
atún blanco: «La conocí por ser amiga de amigos y luego descubrí su trabajo en redes. Le propuse la idea, cuando el plan era aún muy ambiguo y se quiso involucrar desde el principio.
Lo que me llamó la atención de su trabajo, en particular, fue una serie de serigrafías que tiene llamada 'Jouska'.
Tuvo total libertad; a veces me pedía mi opinión para elegir entre varias ideas o algún detalle, pero trabajó de cero, a partir de las canciones y cosas que yo le contaba sobre sus significados».
Estos símbolos gráficos que comentamos, todos abstractos, ¿tienen algún significado particular, alguna conexión «secreta» con el tema que acompañan?
atún blanco: «Todas dicen algo sobre las canciones que acompañan. A veces por lo que yo le contaba y otras por lo que Amanda captaba. Los círculos y los puntos, los degradados y las líneas irregulares y orgánicas son motivos que se repiten, de la mano con el simbolismo del álbum y su sonido.
Algo que me llama la atención, a mí a nivel personal, es que son formas sobre el vacío; no hay contexto. Esto me dice algo también sobre esa subjetividad, casi solipsista por momentos, desde la que se expresa el álbum».
Aunque de momento el álbum está solo disponible en las principales plataformas digitales, tienes también previsto lanzarlo en formato físico. ¿Puedes adelantarnos en qué consistirá?
atún blanco: «Sí, el formato físico del disco no es un disco. Es decir, no es un CD. Es un libro que recoge las letras de todas las canciones y las ilustraciones.
La primera tirada estuvo disponible en el crowdfunding y se agotó enseguida, así que ya estamos imprimiendo otra. Estará a la venta en los conciertos, pero podéis contactarme por redes para haceros con el vuestro.
Mención especial a la imprenta Manchea (A Coruña), por el trabajazo y el trato».
Foto © Marta Argüelles Hortelano
Para el concierto presentación de 17 contaste con un montón de colaboraciones (Candela Liste, Carlos El Norteño, Leticia Rey, Sofi Peries, XA’LUM...). ¿Por qué ellos y qué dirías que acercaron a la primera vez de 17 en directo?
atún blanco: «La respuesta rápida es que quería celebrarlo tocando canciones con mis amigxs.
Se me ocurrió esto de hacer un conci colaborativo, con un total de diecisiete artistas (el número fue casualidad... o sincronía), que iban cambiando en cada canción, a pesar de que varias personas me dijeron que estaba loco por intentar organizar esto mientras terminaba de trabajar en el disco y en el libro. Fue difícil prepararlo, pero salió genial; fue de los días más bonitos de mi vida.
Elegí a artistas locales a lxs que admiro y con lxs que tenía relación. Algunxs ya eran amigxs, otrxs sólo conocidxs. No quería que interpretasen mis canciones, quería que trajesen su esencia y que nos las cargásemos. Hubo temas acústicos que se convirtieron en una especie de electrónica ambient, canciones que se fusionaron, otras para las que se escribieron partes nuevas... No quiero colaborar diciéndoles a los demás qué hacer, quiero juntarme con gente en la que confío y permitirles ser.
Llevo un par de años intentando ir a todos los conciertos a los que puedo y ahora sé que hay una escena local emergente maravillosa. Quería aportar mi granito de arena y ayudar a sacarla a la luz y sobre todo dejar de repetir los patrones de las generaciones anteriores que se pasaban el día compitiendo y criticándose los unos a los otros.
Me encantó ver a artistas tan diferentes colaborando, conociéndose, respetándose, escuchándose... Y eso, tocar canciones con mis amigxs.
Ah, mención especial a A Tobeira por acogernos ese día. Visita recomendadísima para todo el mundo».
Foto © Marta Argüelles Hortelano
Al hilo, en redes leíamos como este concierto fue una transición para ti, como se abría una nueva etapa donde el foco se centra ahora en el vínculo. ¿Qué supone este «vínculo» para el futuro cercano, y no tan cercano, de atún blanco?
atún blanco: «Eso que decía de que para mí 17 se expresa desde una subjetividad que por momentos roza el solipsismo. Y es que el proceso fue así, fue solitario. Me gusta que haya sido así, creo que lo necesitaba, y también me gusta el clima emocional del álbum, pero creo que puedo ganar ligereza sin perder profundidad. Quiero decir que estoy aprendiendo a pasármelo bien.
La “gran revelación” que surgió de todo esto es que las canciones y la música son importantes, sí, pero lo más importante son los demás. Las personas. ¡Menuda obviedad, eh! Así que, retomando lo de antes, ahora me apetece hacer canciones con mis amigxs.
Y “vínculo” es el título de un nuevo proyecto que espero poder compartir más pronto que tarde».
Encima del escenario te presentas con un set dinámico, abierto a la improvisación y al movimiento constante. ¿Cómo has pensado, pues, llevar 17 al directo?
atún blanco: «Es complicado, pero estoy cambiando el set para cada concierto. Toco canciones del disco en acústico, algunas rearmonizadas, otras con elementos electrónicos, live looping... Pero también toco canciones nuevas para probar cómo respiran en directo, y algunas que no son ni siquiera canciones, sino ideas en desarrollo... Y procuro dejar momentos de improvisación, sí, sobre todo con la guitarra. Me gusta estar abierto a los accidentes.
Sé que mucha gente va a conciertos para escuchar las canciones como en el disco, pero a mí me encanta que mis artistas favoritos reimaginen sus temas para el directo. Además, me lo paso mejor».
¿Cuándo, y dónde, podremos volver la disfrutan de un concierto de atún blanco?
atún blanco: «El primer concierto del año fue en O Transistor (Bertamiráns), un lugar que me encanta. Y luego tengo muuuchas fechas en el aire, aún sin cerrar, pero iré comunicando todo por redes».
Foto © Brais Piñeiro
En la actualidad, ¿qué artista o grupo gallego nos recomendarías? ¿Algún favorito que deberíamos conocer?
atún blanco: «Creo que tengo que decir Capital Voskov. Más allá de que te guste o no ese estilo, creo que es imposible verlos en directo y no flipar. Como bandas locales más conocidas puedo decir también BALA, por supuesto, y Escuchando Elefantes, que son proyectos súper inspiradores.
Y bueno, echadle un vistazo al cartel de mi concierto de presentación; ahí hay un montón de nombres que deberíais apuntar.
¡Otra mención especial! Para descubrir artistas emergentes, imprescindible echarle un vistazo al canal de Sesiones En Vilo».
Si abriésemos tu cuenta personal de Spotify, ¿qué escucharíamos? 100% Sinceridad, 0% Vegüenza
atún blanco: «Cero vergüenza, pero mucho caos... Siempre rock de los 90, muchísima electrónica —desde ambient hasta house de club—, jazz de todo tipo, cantautores... Es imposible de diseccionar.
Paso por etapas de obsesión. La más reciente está siendo con Pinegrove, pero si me preguntas en un mes seguramente esté ya rayado con otra cosa.
También me gusta escuchar discografías enteras poco a poco. El año pasado escuché las de Björk y James Blake, entre otras; ahora estoy con Fiona Apple y Joni Mitchell.
Y álbumes de arriba abajo siempre. Con cascos y escuchando, sin hacer otras cosas».