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ROURA: «LA MÚSICA APARECIÓ EN MÍ COMO HERRAMIENTA CON LA QUE POTENCIAR LA ACCIÓN DE LAS PALABRAS»

ROURA: «LA MÚSICA APARECIÓ EN MÍ COMO HERRAMIENTA CON LA QUE POTENCIAR LA ACCIÓN DE LAS PALABRAS»
9 JANUARY 2023

Alejandro Roura (A Coruña, 1993) empezó escribiendo poemas; textos a los que, años más tarde, añadiría «las armonías que encontraba en la guitarra”. Y es que Roura considera que la música llegó a él «como herramienta con la que potenciar la acción de las palabras», algo natural para este joven cantautor coruñés que canta cuentos y escribe canciones con la misma destreza.

Tras debutar en pandemia con su largo El ruido de las pestañas (2020), Roura cerraba el año pasado con la publicación de un nuevo trabajo discográfico, gotas (2022), un EP de cuatro canciones —sus favoritas, compuestas entre 2013 y 2019— para el que contó con Toni Brunet como productor y una banda capaz de amplificar, todavía más, su esencia.

 

 

 

¿Cuál fue y cómo recuerdas tu primer contacto con la música? ¿Qué vino antes, las letras o los acordes?

Roura: «La música estuvo en mí desde la infancia. En mi casa siempre había alguien escuchando música. Mis primeros recuerdos musicales son de cuando hacíamos viajes en el coche y sonaban los discos de Sabina. Allí ya experimentaba la sensación de estar hablando con la persona que cantaba en las canciones. Luego, en la adolescencia, mi hermano me llevó a los primeros conciertos.

Con 16 años ya había escrito un par de canciones, aunque mis primeras canciones “de verdad” llegaron a los 18, cuando fui a vivir a Santiago de Compostela para estudiar la carrera; entonces llevaba un par de años tocando la guitarra. Entre los 12 y los 16 años escribí unos cuantos poemarios que autoeditaba y repartía por librerías de A Coruña; creo que fue algo natural mezclar las cosas que iba escribiendo con los sonidos y las armonías que encontraba en la guitarra.

La música apareció en mí como herramienta con la que potenciar la acción de las palabras, y fue durante los años de la carrera cuando viví ese gran enamoramiento con la composición».

 

Te autodefines como «narrautor» (que no cantautor), ¿por qué escoger este apelativo?

Roura: «Supongo que escogí ese término porque hubo una etapa en la que casi todas las canciones que componía eran cuentos o relatos, canciones narrativas de ficción, y quizás esa etiqueta de “narrautor” servía para predisponer al público que llegase a mi obra. Ahora no utilizo tanto ese término porque tengo otras tantas canciones más poéticas, más abstractas o emocionales que, aunque cuenten cosas, no tienen la linealidad que impone la construcción de una historia.

Y, ya que estamos en confianza, estoy seguro de que detrás de ese apelativo de narrautor” se esconde también la inseguridad —que va convirtiéndose en aceptación— sobre mi voz y la forma de utilizarla. Y es que, sinceramente, creo que yo no canto, que hago otra cosa, aunque mis canciones tengan melodía».

 

Foto © Javier JImeno Maté

 

Musicalmente, ¿cómo te describirías? ¿Quién dirías que son tus principales referentes musicales?

Roura: «Yo estoy cómodo con la idea de canción de autor” porque es una etiqueta imprecisa y por lo tanto, amplia, más allá de los géneros. La canción, la música, da una serie de herramientas y yo escojo según lo que pida cada canción y mis gustos y posibilidades técnicas. Me resulta un poco difícil cuando, por ejemplo, las plataformas digitales proponen tags para que el algoritmo sepa dónde situar mis canciones. Supongo que suenan a rock, folk, country o a nanas, y mientras digo esto niego con la cabeza porque no estoy seguro de que sea cierto. La descripción de mi estilo sería algo así como canciones que cuentan cosas o transmiten ideas”.

En cuanto a los referentes, os voy a decir los que yo veo como “compañeros de trabajo” o “jefes” o “maestros”. Hay otros muchos artistas y grupos que me gustan mucho, pero quizás no me han influido tanto.

Primero tengo que destacar a Sabina porque fue el que me transmitió de pequeño la concepción de que la música puede ser un vehículo para contar historias complejas, con estructura. Yo crecí con esa idea; y la música que más me gusta suele ser aquella en la que la letra es importante, o aquella música en la que percibo una forma personal de ver y decir.

Son referentes para mí Aute, Nacho Vegas, Rafael Berrio, Albert Pla, Quique González, Pablo Moro, Fito Páez o Spinetta, entre muchos otros. Y más recientemente, Ángel Stanich. Otro de mis escritores de canciones favorito es Guillem Gisbert, el letrista y cantante de Manel; creo que es uno de los mejores.

En inglés tengo la trinidad sagrada de Leonard Cohen, Bob Dylan y Lou Reed, y después están también algunos autores franceses como Gainsbourg, Thomas Fersen o Bénabar, que es un maestro de cómo se pueden contar un montón de cosas en tres minutos y medio (yo suelo necesitar cinco). Y Franco Battiato, Charly García, Wilco, Kevin Johansen, Javier Krahe, Jorge Drexler, Iván Ferreiro, Christina Rosenvinge, Robe, Luciana Tagliapietra, El Cuarteto de Nos...».

 

Estudiaste Periodismo, y ahora estás haciendo el propio con Lengua y Literatura Española. A la hora de escribir, ¿crees que con estos estudios actúas con ventaja? ¿Cómo afrontas el papel en blanco?

Roura: «Tanto el periodismo como el estudio de la lengua son una fuente inmensa de ideas, herramientas y recursos. Cualquier cosa que sepas o tengas dentro de la cabeza puede emerger en cualquier momento en una canción, ya sea una referencia a un chiste, a una película, a una villa de donde sea, o a una marca de ascensores. En mi caso, no puedo separar esos estudios de lo que yo hago pero, en general, no creo que sea una ventaja mayor que mi curiosidad personal, o mi gusto por la lectura, o por los paseos de noche. Muchos de los artistas de la pregunta anterior no estudiaron, o por lo menos no de manera “oficial”, y ya quisiera yo escribir la mitad de bien que ellos.

El papel en blanco es un misterio que se renueva con cada canción. Llevaré escritas unas 100 y puedo decir que mi sensación es la de ser un auténtico novato. “¿Cómo se hacía esto?”, pienso siempre que aparece una idea que puede terminar convertida en canción. Es un sentimiento encantador y aterrador al mismo tiempo. Cada nueva canción es como un juguete nuevo que impone sus reglas. Mi manera de afrontarlo es cobijarlas con el tiempo de trabajo y la pasión que requieren, sabiendo que, en general, unas pocas escogidas nacen prácticamente solas en cinco minutos y otras, la inmensa mayoría, llevan semanas, meses o años. De por medio, cuadernos llenos e infinidad de borradores y horas de pensamiento y de escritura».

 

 

 

El ruido de las pestañas (2020) se escuchó por primera vez a finales de marzo de 2020, uniéndote así a otros valientes artistas que se arriesgaron y publicaron su música durante el confinamiento; riesgo mayor en tu caso por tratarse de tu primer trabajo. ¿Por qué debutar en pandemia?

Roura: «Yo soy un desastre en todo lo que tiene que ver con la difusión de mi música. Es la parte del trabajo a la que dedico menos tiempo y menos esfuerzo. O quizás es que simplemente no lo sé hacer bien o no me interesa tanto, no lo sé.

Cuando empezó el confinamiento llevaba con el disco masterizado en el ordenador unos meses, no recuerdo bien cuantos, dos o tres. No sabía cuánto iba a durar todo eso y tampoco tenía una estrategia definida, por lo que no lo vi como un riesgo. Diría que más bien fue al contrario. Las canciones de El ruido de las pestañas son, casi todas, largas y algo densas y pensé que esas semanas en las que la gente tenía tiempo y necesidad de escuchar cosas nuevas podrían ser un buen momento. Creo que son canciones para escuchar en una situación reposada, de modo que tenía sentido publicarlas en un contexto así».

 

 

El disco recoge una colección de canciones-cuento que cuentan, a su vez, con una estructura narrativa de por sí, con su prólogo, epílogo... hasta con un narrador que aparece de vez en cuando y va hilando los temas. ¿Por qué optaste por esta estructura?

Roura: «Hoy en día estoy contento con las canciones, pero no tanto con esa estructura general del disco, o mejor dicho, con la manera en la que yo la trasladé. Creo que al prólogo, a los intermedios y al epílogo les falta contenido y quizás, por miedo a resultar pretensioso, no los desarrollé lo suficiente.

En su momento opté por esa estructura porque mi intención era englobar todas las canciones como vivencias de un personaje, que más o menos era yo, y consideré que esas pistas habladas contribuían a generar un ambiente de atención, de sospecha o de macronarración, en el que las canciones serían piezas independientes y, al mismo tiempo, estarían interconectadas. Cuando sea, me gustaría regrabar ese disco y pulir mucho más el concepto».

 

En El ruido de las pestañas se despliega un universo poético muy característico que convierte situaciones y personajes extraordinarios en cotidianos. En ese sentido es inevitable pensar en el realismo mágico, pero también en el surrealismo. ¿Cómo describirías tú ese universo literario?

Roura: «Es algo que digo con mucho pudor, ya que soy el autor, pero estoy de acuerdo con que los textos de esas canciones se pueden enmarcar tanto en el realismo mágico como en el surrealismo. Por supuesto, fue algo que llegó naturalmente; me di cuenta de que tenía una serie de canciones en las que, como decís, estaba ese componente mágico o surrealista, por lo que pensé que juntas podrían funcionar bien.

Autores y obras que se enmarcan en ambas corrientes fueron, y son, una gran influencia, porque tienen mucho que ver con mi forma natural de pensar, de ver el mundo e interpretar la realidad».

 

 

Y hablando de Literatura, en cuanto a la escritura, ¿cuáles son tus referentes?

Roura: «Tengo muchos, algunos a los que admiro, digamos, desde lejos, y otros con los que además siento una fuerte identificación en cuanto a la forma de ver las cosas y decirlas. Por mencionar algunos nombres, diría que son referentes Julio Cortázar, Bioy Casares, Giovanni Papini, Umbral... Muchos. Hasta hace dos años no había leído de nada de Juan José Millás y se convirtió en un referente, porque muchas de sus ideas podrían estar en una canción. Javier Marías también, o Marguerite Yourcenar, Marguerite Duras (dos Marguerite, qué curioso), Italo Calvino, Jardiel Poncela, Dino Buzzati...

Hay un autor, Sergi Pàmies, del que solo leí una obra, un libro de relatos titulado Si te comes un limón sin hacer muecas (Anagrama, 2006), que me dejó asombrado. Aprovecho para decir que presté ese libro, no sé a quién, y que quiero recuperarlo. ¡Por si hay suerte y esta entrevista llega a la persona que lo tiene!».

 

Sospechamos que tienes cierta tendencia a expresar lo lírico (un estado de ánimo, por ejemplo) mediante una narración, un cuento. ¿Estamos en lo cierto? ¿Cuánto tienen de autobiográfico tus temas?

Roura: «Muchas gracias por el buen hacer que hay detrás de esta pregunta. Me doy cuenta de que es así. También es cierto que, de momento, tengo publicadas muchísimas menos canciones de las que llevo compuestas, por lo que el mapa no está completo y ahora estoy más enfocado en canciones no tan narrativas.

Sí sé que en todas mis canciones hay algún elemento autobiográfico; no sé si tengo la capacidad de escribir algo en lo que no aparezca una situación, o un paisaje, o una calle, u otro cualquier elemento con el que yo conviva. En El ruido de las pestañas, por ejemplo, todas las canciones están llenas de vivencias personales (o miedos o deseos, eso también es biografía) maquillados en mayor o menor medida».

 

Foto © Diana Fontenla

 

Del proceso de creación del disco dices que fue «larguísimo, precioso y tedioso». ¿Qué ocurrió para describirlo así?

Roura: «Creo que se juntan elementos de mi propio carácter con la realidad en la que yo trabajo, que es la de una persona que gestiona todos los eslabones de su proyecto —desde la escritura de las canciones hasta la redacción de una nota de prensa cuando tengo un concierto— y eso hace que el proceso sea algo fatigoso. Aunque también creo que mi vivencia interior no cambiaría mucho si tuviese todo el dinero del mundo y pudiese dedicar todas mis energías a mi proyecto.

En este caso fue “larguísimo” porque la grabación duró casi dos años. El disco está grabado por Gabriel Vidanauta, cantautor, músico y productor canario, amigo mío y compañero de piso. Recomiendo mucho sus discos, por cierto. El ruido de las pestañas está grabado en la casa que compartíamos entonces. Fue precioso porque grabar tiene algo que se parece a la sensación de jugar en la infancia; muchas personas no tienen ese placer en la vida nunca más, como mucho si practican un deporte o en el sexo, por lo que es precioso vivir la sensación de jugar de adulto, con esa libertad y esa ingenuidad dirigida en la que, a veces, uno manda y, la mayoría de las veces, da la sensación de que uno simplemente asiste a ella.

Si dije que fue “tedioso” seguramente es porque así lo sentía entonces, por ser un proceso tan largo, lleno de inseguridades e incertidumbre, pero diría que el tedio viene de que uno finaliza harto de sus propias obsesiones y del proceso de traducir lo que se tiene en cabeza. Ahora no diría que fue “tedioso”, sino cansado, como un empacho pero al revés».

 

Aunque naciste en A Coruña, actualmente resides en Madrid, ciudad que podemos «escuchar» en alguna de tus canciones. ¿Cómo influyó, o sigue influyendo, la vida en la capital en tu creatividad? ¿Y la morriña?

Roura: «Influye mucho, mucho. Influye, por ejemplo, en la sensación de novedad. Llevo casi seis años viviendo allí y aún tengo la sensación de estar en un lugar por descubrir. Más que una sensación es una realidad, porque en Madrid coges el metro y en 20 minutos ya estás en otro paisaje urbano, en otro barrio distinto con sus propios ritmos y personalidad. Yo paseo mucho, es quizás mi actividad de ocio favorita, y un paseo por Madrid, aunque esté repleta de gente y ruidos, es siempre un regalo para los sentidos. Creo, además, que en las grandes ciudades uno puede llegar a entender mejor qué es lo que no quiere en la vida, ya que conviven muchas formas de existir diferentes, algunas por la necesidad, otras por la inercia y otras por la decisión.

E influye, por supuesto, el contacto cotidiano con mis amigos y círculo social de allí, formado todo por artistas. El 90% de las personas con las que trato (qué divertido es dar porcentajes redondos sobre cosas tan difíciles de medir) tienen su proyecto personal, o son músicos o están vinculados con la música de algún modo. Eso es una fuente constante de aprendizaje, es como estar escuchando música todo el día. No sé, Madrid es una fuente de inspiración constante.

Morriña tengo, sobre todo los primeros días cuando vuelvo después de estar en Coruña con la familia y con ciertos amigos de siempre. Tengo morriña del mar, mucha, y esa morriña de caminar por alguna calle sabiendo que nunca nada en la vida me va a resultar tan familiar como Coruña o Galicia. En Galicia, en general, la naturaleza está a la vista, es relativamente fácil mirar y encontrar elementos sin casi intervención del ser humano (pienso en el mar, en un bosque, en el cielo). En Madrid, en mi día a día allí, la inmensa mayoría de las cosas que percibo por los sentidos tienen detrás la intervención del ser humano. Lo único de naturaleza bruta que se ve en Madrid es el cielo o el entorno de la sierra desde algunos pocos lugares».

 

 

Excepto dos de las 11 piezas que componen el largo, para el resto contaste con numerosas colaboraciones en diferentes roles, como Gabriel Vidanauta, Marta Plumilla, Javier Gallego o María de la Flor. ¿Por qué ellos y qué aportan a cada una de las piezas?

Roura: «Desde fuera son colaboraciones, pero en la dinámica interna lo que hacen es encarnar a cada personaje que aparece en el disco. Los músicos de base, digamos, fueron Gabriel Vidanauta (flauta, bajo, arreglos, producción, grabación y un montón de cosas más), Manu Clavijo (violín y viola), Chamaquito Pistolas (clarinete) y yo a las guitarras, algunos arreglos y teclados.

Después, Aitor Flamingos participa como guitarrista solista y con los coros en “De vez en cuando brillas”. Aitor es muy amigo mío, y un gran músico, y pensé en él porque podía aportar un punto rock que quizás nosotros no. La Vero Paz hace de la mujer-nube; Vero tiene la voz que más me emociona en este mundo, de una dulzura salvaje que encajaba muy bien con ese personaje. Marta Plumilla está en el rol de la amante dormida porque hicimos juntos muchas veces esa canción en directo, que tiene diálogos y un punto de locura (esa no es la palabra) que nadie mejor que Marta podría representar. Diego Cruz tiene una caja torácica que no es de este planeta y aprovechamos su punto flamenco en “Una nueva constelación”, donde María de la Flor hace de Diosa porque supongo que, si hay dios, tiene la voz de María de la Flor. Dadu me ayudó mucho con la estructura del disco y, por su trayectoria y concepción artística-teatral, era la indicada para hacer de separador en esta canción.

La aportación de Javier Gallego estuvo basada en la admiración por su buen hacer radiofónico. Necesitaba un narrador que no fuese yo, y Javier, por su conocimiento de radio y sus inquietudes artísticas, apareció como opción y participó con toda la generosidad del mundo».

 

Aunque esto tal vez es mucho presuponer, creemos que compones partiendo de las letras, y no de la música. ¿Es así? ¿O tienes canciones que nacieron de acordes?

Roura: «Es algo que no tengo muy claro y que no siempre sucede igual. Muchas veces todo nace de un fraseo indeterminado con una melodía que terminará por ser el estribillo; después aparece la estructura general y empieza un trabajo más artesanal de descartar ideas y pulir frases.

Tengo muchas piezas instrumentales inacabadas en la guitarra que, de pronto, resultan ser buenas para encajar una idea, una letra. A veces ese paisaje musical es mucho más antiguo que la idea sobre la que quiero escribir, pero conviven bien, como si la música hubiese estando esperando ese texto. Otras veces sucede que, a partir de unas frases sueltas, cojo la guitarra y voy acomodando las palabras en una armonía. Y otras, muy pocas, nace todo a la vez…y esas suelen ser las mejores.

Es difícil de explicar, porque la sensación es de que todo se compone a la vez aunque sea en diferentes momentos del tiempo.

La verdad es que no lo sé».

 

 

 

 

Terminabas el año pasado con la publicación de tu nuevo trabajo discográfico, gotas (2022); un EP que recoge cuatro canciones: tus (cuatro) favoritas. ¿Cómo nació la idea de recopilarlas? ¿Y por qué ahora?

Roura: «La verdad es que gotas nace tras una época interior muy mala. Tengo muchas canciones que quiero grabar y muchos proyectos de discos que ya están mentalmente hechos. Junté las dos cosas y, creo, lo que hice fue a establecer un objetivo lo suficientemente ambicioso como para no encontrar excusas para dejarlo a medias. Es decir, si movilizas a un productor y a músicos con los que no tienes un trato personal, es mucho más difícil hacer una bomba de humo. Tal y como estaba yo, si me autoproducía (además de que no sé) era muy posible que dejase el proyecto a medias.

Escogí estas cuatro porque me gustan y porque forman parte de una etapa creativa pasada con la que aún estoy cómodo en directo. Son canciones que, aunque tienen muchos años, están vivas para mí. De hecho, todas son anteriores a la mayoría de las de El ruido de las pestañas. La magia es que funcionan bien juntas y para mí son un buen resumen de mis principales enfoques a la hora de componer».

 

Para gotas abriste una campaña de micromecenazgo, que cerraste con éxito al mes de abrirla. ¿Esperabas tal acogida? ¿Repetirías experiencia?

Roura: «De nuevo la inseguridad. No, no esperaba tal acogida. Puse un objetivo mucho más modesto del necesario y, me atrevo a decir, muy inferior del que podría haber conseguido. Están ahí los miedos siempre, así que estoy satisfecho por haber superado ese miedo de sacar adelante un micromecenazgo y, al mismo tiempo, sé que podría haber obtenido bastante más. Pero me quedé muy contento, por supuesto.

Y sí, repetiría experiencia porque ya no sería la misma experiencia, ya que se aprende mucho. Emocionalmente, un crowdfunding exitoso es algo increíble pero, y en esto coincido con todos los artistas que conozco, tiene un punto tedioso (aquí sí mantengo lo de “tedioso”). Además del riesgo, implica decisiones constantes que tomas sin ninguna referencia (como en la vida, por ser intensos). La logística no es precisamente una de mis fortalezas y una campaña de micromecenazgo tiene mucho trabajo de oficina, de números y cálculos, de redes sociales, de archivos de Excel que no entiendo y un montón más de tareas que hice a lo loco».

 

 

Dices que cogiste prestado el título de un poemario que nunca salió del cajón. ¿Qué crees tú que hace que un texto «quede» en poesía o «pida» música?

Roura: «Llevo muchísimos años sin escribir un poema. Es algo que quiero retomar pero, de algún modo todas mis ideas, aunque sean las de las notas del móvil, se ven conducidas a canciones, como el agua en una alcantarilla. Muchas veces esas ideas solamente son útiles para empezar a escribir y luego quedan descartadas. Quiero volver a escribir poesía y me gustaría también explorar la escritura de relatos en prosa e incluso de novela. Tengo muchas ideas que no soy capaz de trasladar a canciones y que quizás tienen más que ver con esos códigos.

En cuanto al título, gotas, me gusta porque es una especie de saludo a mí mismo y porque es un nombre lo suficientemente abierto como para publicar sucesivos volúmenes de canciones. En literatura, me llaman mucho la atención esos autores que tienen una única obra que van ampliando con los años».

 

Los cuatro temas que componen el EP fueron escritos en distintas épocas: desde 2013, de cuando aún eras estudiante universitario, a 2019, cuando ya llevabas un par de años viviendo en Madrid. Sin embargo, hay cohesión en las letras, como si no hubiera un salto cronológico entre ellas. ¿Qué, o quién, las inspiraron?

Roura: «Gracias de nuevo por el buen hacer detrás de esta pregunta. Ahora que lo decís, quizás fue esa cohesión una de las razones para agrupar estas canciones y no otras. Siento que podré cantar toda la vida estas canciones. Musical y literariamente son aún representativas de lo que hago.

En cuanto a la inspiración, la verdad es que prefiero no resultar muy concreto en la respuesta. Puedo decir que hay inspiración en los paseos por la calle, en mis propios deseos personales, en el cine, en la contemplación, en el miedo, en ciertas inquietudes filosóficas de amateur...».

 

Foto © Karma Olivié

 

¿Qué hizo que La soledad buena” fuese la escogida como sencillo adelanto?

Roura: «Es una canción con la que tengo una gran deuda. Fue la primera que toqué en directo en mi vida, en un micro abierto en Madrid, y creo que, dentro de mis canciones, es la que puede conectar con más gente. Es con la que suelo cerrar los conciertos y la letra es más abierta que la mayoría, no tan narrativa. También creo que es una canción que puede llegar a transmitir alegría y en la que la letra no necesita de tanta atención. Es decir, que me vendí. No, esto es una broma.

En 2015 grabé una versión muy barroca yo solo en la casa, con baterías programadas, muchas guitarras, sintetizadores y un montón de instrumentos más tocados por mí, y eso supuso una apertura a luego hacer otros discos autoproducidos que, aunque no tengo la intención de publicar, fueron una demostración para mí del lugar real que tenía la música en mi vida. Fue una especie de homenaje personal, un regalo en diferido que me hice para recordar los inicios y celebrar que hay cierta continuidad entre ese joven y la persona que soy ahora».

 

 

Toni Brunet se encargó de la producción (¡y de las guitarras!), músico y productor del que dices que trabajar mano a mano con él fue «uno de los grandes regalos» de este proyecto. ¿Cómo recuerdas la experiencia?

Roura: «Fantástica. No puedo decir otra cosa. La música tiene la magia de que, de repente, coincides hablando en un bar de noche con un artista al que llevas años escuchando. Creo que hacer canciones abre las puertas a la parte buena de ser fan de alguien. Es decir, gracias a la música puedes acabar trabajando con una persona que está detrás de discos y de artistas con los que te emocionas, ya sean amigos tuyos o desconocidos. En el caso de Toni, se acababa de publicar el disco que grabó con Quique González, un disco interesantísimo en cuanto al sonido y la producción.

Las horas en el estudio de grabación fueron un regalo, creo que no es necesario separar lo que yo vivo como artista de lo que vivo como persona que ama la música, porque es lo mismo. Entonces, ser testigo de cómo trabaja alguien del talento y de la sensibilidad de Toni es un regalo. Además, no nos conocíamos, por lo que el diálogo nuestro parte de las canciones, y él demostró perfectamente su capacidad para captar lo que yo quería transmitir conociendo solo unos pocos de mis temas».

 

También contaste con Héctor Rojo (bajo, contrabajo, Gabriel Marijuan (baterías), Manu Clavijo (violín, viola) y Laicha (saxos). ¿Por qué adoptar una sonoridad más de banda en esta ocasión?

Roura: «Tiene que ver un poco con lo anterior. Por hacerlo, porque yo, desde niño, siempre disfruté viendo esos documentales en los que aparecían los músicos decidiendo en el estudio; probando y encontrando ideas que pasan como un autobús o que aparecen solas como un tesoro que uno se encuentra. Además, la música que escucho suele ser de banda, aunque se trate de proyectos de cantautores.

Fue también un regalo que me hice. De hecho, creo que será mi forma de trabajar en el futuro, ya que aparecen ideas que de otra manera ni siquiera se pueden imaginar. Además, con una buena producción, la sonoridad de banda lo que hace es amplificar la esencia, en este caso, la mía».

 

Foto © Karma Olivié

 

Además de su edición en digital, gotas también está disponible en una cuidada edición física en la que, además del CD, el oyente puede encontrar cuatro ilustraciones firmadas por Dolores Garrido. ¿Qué relación tienen los cuatro símbolos (¿pájaros? ¿manos?) con las cuatro canciones?

Roura: «Desde el principio hubo la idea de hacer una obra completa; teniendo en mente, sobre todo, que el soporte ya no es tal, sino otra cosa que tiene que ver más con expandir ciertas propuestas latentes en las canciones pero que no caben en ellas. Lo que pasa es que, precisamente, por ser símbolos, la explicación sería como mostrar el truco de magia. Por eso prefiero que cada quien haga su propia interpretación.

Por otro lado, al ser sobre todo un trabajo hecho por Dolores Garrido, que hizo la traducción de las canciones a la ilustración, yo solo puedo decir lo contento que estoy de haber trabajado con ella, y es que el conjunto del diseño resulta muy acomodado para las canciones».

 

¿Cómo son los conciertos de Roura? ¿Cuándo podremos sentir estas gotas en directo?

Roura: «Pues precisamente terminé 2022 con un concierto de presentación de gotas en la sala Garufa de A Coruña. Y fue una alegría. La sala estaba llena y salió un concierto de los que me gustan, en el que toqué canciones de todas mis épocas, intercalando pequeñas reflexiones cercanas al monólogo (a veces cómico, otras más narrativo o autobiográfico).

Como no toco con banda, me apoyo en los intermedios entre canción y canción para calibrar el estado del público y jugar con la gente. Mis conciertos suelen tener espacio para la carcajada, la improvisación y la comunicación con los espectadores y otros tramos algo más tranquilos y reposados en los que incluyo las canciones más emocionales, las “serias”. Me gusta que la gente me acompañe cantando e incluso suban al escenario en ciertas canciones. Espero poder desarrollar durante este año este formato y llevarlo a espacios medianos».

 

Foto © Fran Roura

 

En la actualidad, ¿qué artista o grupo gallego nos recomendarías? ¿Algún favorito que deberíamos conocer?

Roura: «Debo reconocer que estoy un poco desconectado de la música que se hace en Galicia. No estoy al día tanto como de la que se hace en Madrid, con la que convivo más por una cuestión del día a día. Me gusta mucho Artabe, especialmente su disco Ombra (2020), publicado en 2020. Me encanta ese disco, todas las canciones; es de mis discos favoritos.

Y también recomiendo ver alguna vez en la vida a Chamaquito Pistolas en directo para saber lo que es alguien que se entrega en un concierto».

 

Si abriésemos tu cuenta personal de Spotify, ¿qué escucharíamos? 100% Sinceridad, 0% Vergüenza.

Roura: «Hubo una época en la que solía escuchar música en Spotify en sesión privada pero, aunque entiendo la idea, hace tiempo que decidí vivir lejos de eso que se llama “placer culpable”.

Pero para que no parezca que no quiero responder, acabo de abrir Spotify y las últimas 5 canciones en las que marqué el “Me gusta” son: “Colgada”, de Patricia Lázaro, “Very Fine”, de Neil Francis, “Plantas de interior”, de Jero Romero, “Arrancármelo”, de WOS y una versión de “Vincent” de Don McLean hecha por James Blake.

Pero no niego que en un ataque de nostalgia pueda llegar a poner algo de El Canto del Loco o de Melendi. A pesar de la perorata inicial de mi respuesta, espero que esta frase no sea el titular».

 

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