GRAMPODER: «NOSOTROS SALIMOS DEL UNDERGROUND DEL PUNK Y DEL GARAGE Y AHÍ SEGUIMOS»
Roi Fernández (Le Roi) y Martiño Suárez (Martin Wu) compartieron tablas en The Homens, formación power pop con ecos sixties, garage y post punk, y tras una «parada técnica», deciden conformar Grampoder. En sus más de diez años de trayectoria, el dúo compostelano ha pasado de hacer un sonido cercano al folk americano, con la guitarra acústica como protagonista, a uno que tira más por el indie rock alternativo, contundente y amplificado. Lo que mantienen desde sus inicios es su formato, «seguimos cabiendo en una C15», y su lineup de voz-guitarra-batería.
Grampoder hace gala de estructura minimalista como nunca antes en su último lanzamiento, Amuleto (2024), un disco que, musicalmente, es fiel a sus directos y, conceptualmente, sigue el hilo conductor de su anterior trabajo: «el paso de tiempo».
Foto © Aigi Boga
Viejos conocidos de la escena gallega, Roi Fernández (Le Roi; percusión, bajo) y Martiño Suárez (Martin Wu; voz, guitarras) conformáis Grampoder, dúo compostelano de «rock portátil» con más de una década de trayectoria. ¿Cuál fue el germen de este proyecto?
Martin Wu: «El grupo nació en 2011 con vocación de tener un formato más fácil de mover en diferentes espacios, escenarios más pequeños, lugares un poco diferentes... En aquella primera época tirábamos más de la guitarra acústica y de un sonido más cercano al folk americano. Luego tuvimos una pausa de varios años y volvimos contra 2021 con otro concepto otra vez más cercano al rock, con guitarras amplificadas y un sonido más contundente».
Compartisteis filas en The Homens, formación de power pop ya desaparecida y «uno de los grupos más prometedores de la escena gallega de mediados de los 2000». ¿Por qué la despedida? ¿Queda algo, musical o no, de aquellos «homens» en Grampoder?
Martin: «Grampoder no deja de ser una continuación del trabajo que hacíamos en The Homens, con otros elementos. En 2011 el nuestro batería, Xocas López, se fue a trabajar fuera, y con eso quedó parado el grupo, aunque hicimos algún comeback en años posteriores. Evidentemente, Roi y yo llevamos haciendo música juntos desde hace veinte años, y eso se nota en la música que hacemos y en la forma de funcionar».
¿Por qué Grampoder? ¿Algo que ver con Jesús del Gran Poder o...?
Martin: «Es un nombre muy sonoro que te remite a la religión, sí... Imagino que lo escogimos simplemente porque suena bien y puede definir nuestra voluntad de hacer canciones que te “peguen” fondo [risas]».
Podemos encontraros (¡y escucharos!), bajo las etiquetas de pop rock, folk americano, música alternativa e incluso acústica. Escapando de ellas, ¿cómo describiríais vuestra música?
Martin: «Como decía, en el primer disco tirábamos más del formato acústico, del folk americano e incluso algo de la música brasileña. Ahora mismo estamos en otro punto más duro y más oscuro; hacemos canciones más esquemáticas y el tema de las letras no suele ser muy agradable, qué le vamos a hacer.
En el último disco, Amuleto, creo que las referencias más evidentes son las de la dark wave de los ochenta y cierto indie un poco minimalista de los noventa».
Pasando de estilos a influencias, ¿quién diríais que tiene, o tuvo, un particular impacto en la música de Grampoder? ¿Y a nivel individual?
Martin: «Todo lo que llevamos escuchado estos años. A mí lo que me marcó realmente fue la escena hardcore gallega de los noventa. Se me pegó mucho de aquella música, pero sobre todo de la forma de hacer las cosas; siempre por uno mismo, sin esperar nada a cambio y confiando siempre en las fuerzas propias y en las de otros grupos amigos».
Golf Whiskey (Discos da Máquina, 2013)es vuestro primer álbum, un largo de doce temas en los que el pop-rock-folk se tiñe, a veces, de melodías tropicales y acústicas y en el que sentabais las bases del proyecto. En este primer trabajo parece haber una voluntad de reducción a lo mínimo imprescindible, mucho más notable, quizás, que en los que vinieron después. ¿Es así?
Martin: «Sí, era un poco lo que contaba antes. La vocación en los inicios de Grampoder era poder tocar en un museo o en el salón de una casa, adaptándonos al espacio. Ahora somos más difíciles de mover —la batería sigue sin llevar bombo, pero yo conecto dos amplificadores enormes— pero tampoco mucho. Seguimos cabiendo en una C15».
Por cierto, ¿por qué Golf Whiskey, o «GW» en el alfabeto radiofónico?
Martin: «Según tenemos entendido, es la señal que se emitía cuando un marinero caía al mar desde un barco. Así que lo hicimos nuestro como metáfora de las vidas que llevamos hoy en día, que parece que andamos siempre con el agua al cuello y movidos por corrientes que no entendemos ni sabemos parar».
Un par de años después de vuestro debut, publicasteis Tigerland (Discos da Máquina, 2015), un sencillo de dos cortes donde también escuchamos teclados de la mano de Cristovo Patiño. ¿Cómo surgieron este par de canciones? ¿Fueron pensadas para salir así, tipo single con su cara A y la B, o concebidas para crecer... en un largo que nunca llegó?
Martin: «Realmente aparecieron cuando decidimos hacer una pausa. Estábamos un poco cansados de tocar, ensayar, rompernos la cabeza y que la repercusión fuera mínima, así que teníamos esas dos canciones grabadas y las sacamos solo en Internet como punto y aparte.
Felizmente, al cabo de unos años acabamos de comprender que nuestra irrelevancia como grupo es en parte una bendición, porque nos permite hacer lo que nos salga de las narices, y el caso es que nosotros nos sintamos a gusto con el resultado».
«Tigerland», que es además el nombre de un campo de entrenamiento estadounidense que da título a una película, también aparece en “Sísifos de tres perras”, corte incluido en vuestro segundo largo del que hablaremos más adelante. ¿Ese lugar es una especie de metáfora sobre la propia existencia?
Martin: «[Risas] Es una metáfora barata, sí; de un país que no le importa a nadie, ni a sus habitantes ni a los extraterrestres, que nunca pondrían un pie aquí porque se aburrirían».
Hace un par de años lanzabais PM (2022), un disco que llegaba siete años después del anterior; dejando a un lado los dos de parón pandémico... ¿Por qué la demora?
Martin: «Entre el primer y el segundo disco tuvimos un parón bastante prolongado para desconectar de la música, en mi caso, y hacer otras cosas, en el de Roi, que tocó y grabó con Malraio.
Simplemente acabó llegando el momento en el que las ganas de hacer música se impusieron; en el fondo, llevamos haciendo esto desde adolescentes y presta bastante».
«PM es todo lo que ocurre a partir de la mitad de la jornada, cuando empieza a hacerse de noche y la inercia del día se hace cada vez más difícil de corregir». Pero ¿cuánto ocurre como para que le dediquéis un disco?
Martin: «Pues a mí me ocupa mucho tiempo en la cabeza, seguramente demasiado, pensar en que a partir de cierta edad los años hay que empezar a contarlos para atrás; que ya no vas a poder hacer tantas cosas que soñaste y que cada vez es más difícil arreglarse en medio de todas las conveniencias, relaciones, deberes, ocupaciones y mierdas que vas adquiriendo con el paso del tiempo. De eso van las canciones de ese disco y, en parte, las del siguiente».
Estáis presentando vuestro nuevo trabajo discográfico, Amuleto (2024), publicado a finales de abril. Leemos que la temática de este álbum tiene continuidad con la del anterior, ¿cuál es y de qué manera trasladáis este hilo conductor a las canciones que componen el largo?
Martin: «Un poco lo que te decía en la respuesta anterior: el paso del tiempo, que da mucho miedo porque (en mi opinión) cuando más viejo te haces peor persona te vuelves y más difíciles se hacen las cosas. En PM era el eje del disco, y en Amuleto sigue teniendo mucho peso».
La lucha por la existencia o la memoria parecen algunas de las constantes del disco; pero ¿en qué, o quién, están inspiradas las canciones de este disco?
Martin: «¡En nosotros! A veces nos pasamos un poco de autorretrato. Hasta yo me canso un poco del personaje [risas]. Pero si no hablamos de nosotros, ¿de qué podemos hablar?».
Amuleto refuerza esa lineup de voz-guitarra-batería que lleváis defendiendo desde vuestros inicios. ¿De qué forma crecen los temas sobre esta estructura minimalista? ¿Cómo es el proceso creativo?
Martin: «Somos un grupo muy orgánico y muy productivo, la verdad; imagino que son las cosas de llevar tanto tiempo tocando juntos. Las canciones se componen en el local, uno frente al otro, y poco más. Tenemos la ventaja de conocernos muy bien y de saber qué cosas sabemos hacer y qué cosas no; que cosas nos gustan y cuáles no. No les damos demasiadas vueltas a las composiciones... ¡de momento! Igual para el próximo pensamos en otra cosa, el caso es no aburrirnos».
El segundo sencillo de Amuleto fue “4AM: penso en ti”, que describís como «epopeya working class» acompañada de un videoclip rodado en Doniños (Ferrol). Nos resulta curioso cómo, a diferencia del álbum anterior, centrado en el PM, esta canción «nace» de madrugada. ¿Cómo recordáis su composición?
Martin: «Bueno, las cuatro de la mañana están en la frontera de ser muy temprano o muy tarde [risas]...
La verdad es que el riff lo hicimos después de comprar un pedal de delay alucinante que suena como los grupos de post punk de los ochenta que tanto nos gustan. Y la letra habla de cosas, de personas, que se te meten en cabeza y no te dejan ni dormir».
En este largo hay una colaboración muy especial... y familiar; escuchamos a Tomás Cheda, hijo de Martiño, quien toca el saxo en Amuleto. ¿Cómo fue la experiencia?
Martin: «Fantástica. Ya tocó para el disco anterior. Es un gran saxofonista, y le agradecemos que se preste a grabar (y a veces tocar en directo) con un par de viejos que le piden unas cosas muy sencillas para lo que él sabe hacer. Le da a las canciones un aire que nos recuerda a los Morphiney nos encanta».
Cierra el disco una versión de “Sueño con serpientes”, original del cantautor cubano Silvio Rodríguez. ¿Por qué revisar esta pieza en concreto?
Martin: «Hace unos meses grabamos también una versión de ‘O lobo’, de Fuxan os Ventos, un poco con la misma intención. Queríamos hacer una especie de homenaje a una generación, —la de nuestros padres— a la que siempre miramos un poco por encima el hombro hasta que nos dimos cuenta de que nos daban mil vueltas en casi todo.
Pelearon por lo suyo, salieron en muchos casos de unas condiciones de vida reguleras, nos pagaron la carrera y, en muchos casos, siguen llenándonos el carro del Alcampo para ayudarnos a llegar el fin de mes. Y musicalmente también nos daban mil vueltas. Silvio o Fuxan os Ventos son ejemplos de una música buenísima, con unas letras elevadísimas, pero que estaba en todos los Seat 127 del entorno porque también era popular. Los escuchaba todo el mundo. Luego nuestra generación fue cayendo más en mirarse el ombligo y la de ahora en fardar de joyas y Maseratis...».
Además de estar disponible en Spotify, Amuleto también se puede escuchar en una tirada limitada a 100 unidades de vinilo 12” de 180 gr. En un momento donde todo es digital, ¿por qué seguir apostando (también) por el formato físico?
Le Roi: «Por romanticismo y porque es lo que hicimos siempre; cuando te llama la atención un grupo le compras el disco y lo escuchas. El formato físico —el vinilo especialmente— te obliga a parar y dedicarle tiempo y atención a algo, es un momento de intimidad bonito, reflexivo.
El formato digital tiende a generar distracción, hay demasiadas opciones de interacción con los dispositivos y la oferta de acceso a un catálogo musical inabarcable acaba generando una sensación de que siempre te estás perdiendo algo, el FOMO infinito. Lo otro es menos frustrante y los discos que no te gustan siempre los puedes regalar y darles una segunda oportunidad».
Una casa en llamas es protagonista de la portada de Amuleto, obra de Roi, diseñador gráfico de profesión. ¿Cómo fue el desarrollo de la parte gráfica del disco?
Le Roi: «Yo trabajo en base a la intuición. En este caso, estando implicado en la creación de las piezas musicales, es más complicado el acercamiento porque hay una vinculación emocional.
Intento reducir todo a conceptos sencillos. En PM trabajé con las ideas de desesperación y derrota absoluta: hay un ciervo asomándose a un abismo y, superpuesto, hay un mapa de la línea Maginot, símbolo de la derrota de la vieja Europa frente al fascismo. Para Amuleto seguí en esta deriva temática decadente, en plan: “¿cuánto tiempo le queda a algo que arde?”. Siempre buen rollo, vaya.
Luego, como los diseñadores somos unos inconsecuentes (por lo menos yo, pero sé que hay más), leí unos versos de Paul B. Preciado en Dysphoria Mundi y ya hice mía la idea para aplicarla al concepto del disco. Copio y pego: “Tú que destruyes el mundo y lo reemplazas por mercancía, / ten piedad de nosotros. / Tú que inventas nuestro deseo y lo quemas / mientras consumimos la imagen de ese fuego, / ten piedad de nosotros”.
Todo este nihilismo nos va a venir muy bien cuando demos el salto al reguetón ;)».
Foto © Aigi Boga
Once años separan vuestro primer trabajo de este último, ¿qué destacaríais entre ambos? Echando la vista atrás, ¿cambiaríais algo de aquel debut?
Martin: «A mí me sigue gustando mucho aquel disco y echo de menos tocar esas canciones. Ahora no podemos porque el formato es totalmente distinto y, en directo, creo que pervive una o dos de ellas. Pero seguro que volvemos sobre ellas y sobre ese formato, cuando nos vuelva a dar la vena más hippy».
«Grampoder somos un grupo que viene del underground y seguimos en el underground», decíais, ¿cómo veis vosotros el underground gallego actual? ¿Y la escena local compostelana?
Martin: «Nosotros salimos del underground del punk y del garage y ahí seguimos. Por suerte o por desgracia, no nos sorprenden ya muchas cosas, ni para bien ni para mal. En Santiago, como siempre, hay mucha creatividad; grupos muy diversos, algunos con cierta repercusión y otros, como nosotros, que siguen por debajo del radar.
Lo que me gusta de la escena gallega es que ahora hay gente que hace música en gallego sin ningún complejo y consiguen que los escuchen no solo en Galicia, sino en el resto del estado. Esto es una novedad enorme».
Amuleto fue presentado en la Sónar de Santiago a principios del mes de mayo en un concierto donde también estuvo Tomás Cheda como invitado. ¿Cómo fue su acogida? ¿Cuándo podremos veros de nuevo sobre las tablas?
Martin: «Pues la realidad es que lo de los conciertos está bastante parado en la actualidad. No sé si es que los grandes festivales absorbieron toda la actividad, pero cada vez se programa menos y con menos riesgo en las salas.
El directo de la Sónar estuvo muy bien, la sala estaba llena y nadie se lastimó en el proceso, así que solo nos queda agradecerle a nuestra gente que siga saliendo de casa para venir a escucharnos».
Mantenéis el minimalismo en el escenario, por lo visto vuestro set cabe en un Seat Ibiza, pero ¿cómo describiríais los directos de Grampoder? ¿Qué puede esperar el público de un concierto vuestro?
Martin: «Son directos muy físicos. Acabamos bastante hechos un cisco... En directo somos bastante intensos y tocamos a bastante volumen (así están nuestros oídos). Yo siento mucho respeto por la gente, por poca que sea, que pagó entrada por venir a vernos, así que procuramos darlo todo».
En la actualidad, ¿qué artista o grupo gallego nos recomendaríais? ¿Algún favorito que deberíamos conocer?
Martin: «Grande Amore me parece una maravilla, nadie escribe como él hoy en día. Familia Caamagno también, tienen el mejor directo de Galicia sin duda. Nuestros compañeros Trikornio hacen la música más original que hay hoy en el ámbito del punk».
Si abriésemos vuestras cuentas personales de Spotify, ¿qué escucharíamos? 100% Sinceridad, 0% Vergüenza
Martin: «Pues voy a abrir YouTube Music, que es lo que uso... y te digo. Los últimos que me aparecen son R.E.M., B-52, The Cure, Blur. Ricci e Povere, Bikini Kill, Perales, Creedence Clearwater Revival o Righeira. Una buena mezcla, nada actual, ¿qué te parece?».
Le Roi: «Estoy abriendo y me salen: Libertines, Bodega, Kurt Vile, Courtney Barnett, PJ Harvey, Anohni, Dry Cleaning, Sonic Youth, Father John Misty, Weyes Blood, recopilatorios de Flor de Pasión y Deerhunter».