NICO CASAL: «A VECES PIENSO QUE YO NO ESCOGÍ AL PIANO, ÉL ME ESCOGIÓ A MÍ»
Quién le iba a decir a aquel niño que, con 8 años, empezaba a estudiar piano en el conservatorio de su ciudad natal que acabaría siendo nominado a premios internacionales por sus impecables composiciones. Pianista y compositor de Santiago de Compostela, Nico Casal compone para cine, publicidad y televisión; de manera sutil y elegante, podemos escuchar sus piezas en largometrajes, cortos, anuncios, documentales, series... y en sus propios discos.
Sus manos tienen la capacidad de convertir acordes de piano en un personaje más de la película, de transmitir emociones que las palabras no alcanzan a decir. Este talento innato para crear música con poder suficiente para expresar aquello que no podemos, o no nos atrevemos, a verbalizar llena tres álbumes en solitario. El más reciente, Tourís (2024), es un EP de seis cortes en los que Casal traslada «el momento vital por el que estoy pasando [...], mostrando diferentes estilos musicales con los que llevo tiempo trabajando».
Foto: © A. Pedreño
Con más de media vida sentado frente al piano, podríamos aceptar el instrumento casi como una prolongación más de tu cuerpo. ¿Cómo recuerdas tus inicios en el mundo de la música? Porque sabemos que optaste por las teclas en vez de por la escuadra y el cartabón...
Nico Casal: «Pues sí, cuando era niño pasaba muchas horas dibujando, jugando con Lego, imaginando ciudades, diseñando casas, edificios... Así que la verdad es que tenía muy claro que quería ser arquitecto, incluso hice bachillerato de ciencias, pero cuando hice selectividad y tuve que tomar la decisión de verdad... la cosa ya no estaba tan clara.
Llevaba desde los 8 años tocando el piano, estaba acabando el grado profesional en el conservatorio y de repente me di cuenta de que no quería dejar la música. No tenía el nivel necesario para entrar directamente en el grado superior, así que con 18 años, y para sorpresa de todo mi entorno, decidí no entrar en la universidad y dedicar ese siguiente año a preparar las pruebas de acceso al grado superior y apostar por la música.
No fue una decisión fácil, pero al mismo tiempo vino de manera tan natural que le hice caso a mi intuición. En ese momento, si me ponía delante de un problema de matemáticas o cálculos de estructuras, y de una partitura, no dudaba de que prefería la partitura».
Musicalmente ¿cómo describirías el piano? ¿Siempre tuviste preferencia por este instrumento?
Nico: «Sí, y además es el único que sé tocar :).
No me acuerdo, pero mis padres dicen que con 6 o 7 años teníamos un tecladito en casa y pasaba horas dándole. Cuando cumplí 8, edad con la que ya me podrían matricular en el conservatorio, probaron suerte a ver si me gustaba y ahí empezó todo. Por eso a veces pienso que yo no escogí al piano, él me escogió a mí.
Después de tantos años ya no es un instrumento más, forma parte de tu vida; hay épocas en las que sientes que estás más conectado a él, otras más distante... pero con el tiempo aprendes que es normal. El piano que tengo en mi estudio en Madrid con el que trabajo todos los días es el mismo con el que hice el grado Superior y además fue regarlo de mis abuelos».
Foto: © A. Pedreño
Marcas como British Airways, HSBC, Estrella Galicia, Wimbledon, Adidas o Ford se presentaron en campañas publicitarias con tu música. ¿Cómo es trasladar el espíritu de una marca o producto a, pongamos, 20 segundos de música instrumental?
Nico: «Es una experiencia muy distinta a componer la banda sonora de una película, por ejemplo, pero a mí me encanta.
Los tiempos son más rápidos, a veces me dan dos días para mandar una primera propuesta y entrar en un proceso de selección, como si fuese un casting. Me envían un premontaje de 20 segundos, por ejemplo, un buen párrafo contando qué quiere el cliente y la agencia (música moderna, más clásica, con orquesta, con piano, que sea positiva, animada, que vaya creciendo hasta el final, que te emocione un poco etc., etc.) y mi labor es traducir en música todos esos conceptos que el cliente quiere aportarle al proyecto.
Me parece un trabajo divertido; tuve la suerte de participar en campañas grandes y fueron experiencias muy enriquecedoras».
Cuando supimos de ti, vivías en Londres y, entre tus encargos para cine y televisión, eran conocidas tus piano covers; “Skinny Love” de Bon Iver, “When Under Ether” de PJ Harvey... ¿Por qué versiones y cómo afrontaste la selección de los temas y la labor de adaptación?
Nico: «Tengo muy buenos recuerdos de esa etapa. La verdad es que empecé a hacer covers porque me di cuenta de que allí en Londres nadie me conocía y nadie sabía que podía tocar el piano. Estaba moviéndome como compositor y la parte pianística, sobre todo los primeros años allí, la dejé un poco de lado.
Como forma de demostrar mis calidades como pianista, decidí coger a varios amigos que estaban empezando a trabajar como directores y entre todos montar unos cuantos vídeos de covers; a piano solo, improvisando y en una única toma, como se fuese en directo. Lo pasamos muy bien grabando durante unas cuantas semanas, escogí básicamente canciones de artistas que me encantaban y veía que en YouTube no había muchas versiones de piano. Intentaba hacer algo que no era lo habitual en ese momento, cuando casi todos los vídeos eran editados; es decir, grabas la imagen por un lado y el audio por otro y yo quería que fuera como un directo. La verdad es que aun hoy, ocho años después, sigo recibiendo de vez en cuando mensajes de gente que se encuentra con los vídeos de casualidad.
Para llegar a las versiones finales lo que hacía era sacar las armonías y melodías de oído, y pasarme días improvisando y dándole vueltas para ver qué estructura, qué ritmo, qué acompañamiento funcionaba mejor. Y el día de grabación, a lo mejor improvisaba cinco o seis covers distintas y grababa y filmaba todas las tomas (a veces tres o cuatro por tema). Eran días largos y cansados pero muy muy bonitos, que tiempo después abrieron unas cuantas puertas».
¿Quién dirías que son tus artistas, o compositores, de referencia?
Nico: «Desde Keith Jarrett, por mencionar a uno de los más importantes para mí, como Rachmaninof, Chopin, Bach, Shostakovich... de mi época de conservatorio, y Moderat, Jon Hopkins, James Blake, Nils Frahm...».
En 2016, Stutterer (Benjamin Cleary, 2015) ganó el Oscar al Mejor Cortometraje... una obra audiovisual para la que compusiste la banda sonora, con ‘Ellie’ como tema principal. Dices que empezaste ya a trabajar desde el guion y reconoces que fue «un proceso mucho más largo y mucho más difícil, pero también mucho más bonito». ¿Cómo recuerdas ese proceso?
Nico: «Lo recuerdo con mucha inocencia porque estaba trabajando con un grupo de amigos de mi barrio de Londres que estaban haciendo su primero cortometraje. Yo ya tenía más experiencia, pero ellos era la primera vez que grababan, escribían... y fue un corto como hice muchos otros: por aprender, conocer a gente, hacer amigos, tener experiencias nuevas... sin imaginar nunca lo que pasó después.
El proceso de composición con Ben fue todo un reto. Él nunca había trabajado con un compositor y al principio no fue fácil saber lo que quería. Fue todo un reto porque la música tenía que expresar lo que el protagonista no podía con palabras, ya que era tartamudo».
Echando la vista atrás, ¿qué supuso para tu trayectoria ese reconocimiento a Stutterer? Estar en la ceremonia de los Oscar siendo parte del equipo ganador debió ser toda una experiencia, ¿no? ¿Cómo la recuerdas?
Nico: «Una vez que acabamos el corto y empezaron a seleccionarnos en festivales pequeños, después en festivales más importantes, poco a poco, recibiendo muy buenas críticas... llegó la preselección a los Oscars y, meses después, la nominación. Dos meses después, los cinco amigos estábamos cogiendo un avión a Los Ángeles para pasar dos semanas, ir a la ceremonia de los Oscars y, sin ninguna pretensión, acabar ganando. Fue todo como un sueño que cambiaría la vida de todos a partir de ahí».
Echando un vistazo a tu perfil en IMDb apareces acreditado en 44 películas entre cortos, largometrajes y series. Centrándonos en las películas, y aunque suponemos que será muy variable en función del género, del director... ¿cómo abordas la creación de una banda sonora?
Nico: «Como bien comentas, depende mucho de cada proyecto. A veces me contactan cuándo están con el guion y formo parte del proceso desde el principio (que es lo que más disfruto); otras, empiezo cuando el montaje de imagen ya está cerrado. La idea es hablar mucho con el director, escuchar música juntos, leer escenas, ver el montaje juntos... e ir poco a poco viendo qué es lo que el director necesita e ir probando ideas.
Lo normal es que las primeras no funcionen porque aún no tenemos un lenguaje común (si el director o directora me dice que necesita un tema nostálgico para un momento, por ejemplo, a lo mejor necesito componer tres ideas para dar con la clave y saber qué es nostálgico para él o ella y cómo traducirlo en música). Son procesos que la veces duran seis, siete meses o incluso un año donde la relación con el director o directora es crucial».
Suponemos que cuando alguien te encarga una banda sonora hazlo porque espera cierto estilo de composición, pero ¿cuánta libertad de elección tiene el compositor de una película? ¿Qué tipo de indicaciones suelen darte los directores: tono general, seguramente, pero también instrumentación...?
Nico: «Una parte del trabajo creo que viene porque musicalmente buscan algo parecido y creen que puedes encajar bien, y otra por afinidad personal.
Por ejemplo, mi última película del año pasado, Te estoy amando locamente (Alejandro Marín, 2023), vino porque ya había trabajado con el director, Alejandro Marín, y quería volver a trabajar conmigo aunque la película tenía un tono de comedia que yo no había hecho antes; había bastante música de flamenco y de los años ochenta, cosas que tampoco había hecho mucho previamente. Alejandro se fio muchísimo de mí, me dio la oportunidad y fue todo un reto ya que tuve que salir mucho del que es mi estilo o tipos de instrumentación con los que sí estaba más acostumbrado. Eso implica que los compositores de cine tenemos que ser lo más versátiles posibles, tanto para películas como publicidad.
Lo normal es que los directores o directoras sepan por dónde quieren ir musicalmente y que uno, como compositor, tenga la libertad de proponer ideas nuevas, caminos distintos si hacen falta... con tal de llegar a la mejor composición posible».
Una curiosidad, en María (y los demás) (Nely Reguera, 2016) la protagonista en la película hace ejercicios de flauta travesera un tanto erráticos que luego tienen su eco en el tema que cierra el largometraje con aires de jazz. ¿Por qué incorporar esa faceta del personaje y hacerlo de esa manera?
Nico: «La primera vez que leí el guion y vi que la protagonista estudiaba flauta (y sobre todo después cuando vi el montaje) ya supe que era un detalle musical que no podía desperdiciar de ningún modo.
María, la protagonista, hace un viaje personal, madura durante la película y al final se hace responsable de sus decisiones y de su vida. Termina de manera positiva y la música al final, cuando vamos a créditos, tiene ese espíritu positivo, esperanzador. La idea de volver a poner ese fragmento ahí, que no funciona nada bien, era una manera de recordar que ella, aunque esté mejor y haga las cosas mejor a partir de ahora, sigue siendo un poco desastre en algunas cosas y que no es una persona perfecta, tiene sus defectos y los seguirá teniendo.
Siendo algo muy muy sutil en este caso, me gusta hacer este tipo de juegos siempre que puedo y me dejan».
Después de tantos años, y de tantas obras, componiendo, digamos, «para otros», publicas Alone (2019), tu primer disco «en solitario». ¿Qué te empujó a tomar, por fin, esta decisión?
Nico: «La necesidad precisamente de expresar lo que tenía dentro. En ese momento tenía ya bastante experiencia en componer la banda sonora para historias de otros, pero nunca había mirado hacia dentro.
Fue la primera vez que intenté expresar qué estaba viviendo y sintiendo en ese momento. Me encerré unos días en mi habitación de Londres con mi piano y nació todo el disco de improvisar sin parar sobre distintos estados de ánimo por los que estaba pasando. Fue muy liberador».
A lo largo de las siete piezas del álbum escuchamos una minuciosa y soberbia mezcla de música (neo)clásica y jazz, pero también cómo amplías la perspectiva coqueteando con la electrónica. ¿Cómo surge este acercamiento?
Nico: «Al mudarme a Londres me encontré con la música electrónica mucho más de cerca. Descubrí a grupos como Apparat y Moderat en directo, a Nils Frahm, Olafur Arnalds... y me apetecía incluir un poquito de texturas y colores que para mí eran nuevos y estaba descubriendo en ese momento».
Tanto el título del álbum como los de las canciones evocan una sensación de tristeza envolvente, de vulnerabilidad. ¿Fue este el concepto o el sentimiento sobre lo que construiste el álbum?
Nico: «Totalmente. No estaba pasando por una buena etapa, ya llevaba en Londres cinco años, estaba cansado y un poco perdido. Improvisar durante esos días y sacar todo lo que tenía dentro fue una especie de terapia».
A los pocos meses de este lanzamiento, y en plena gira de presentación, sufres una lesión que te obliga a dejar de tocar. ¿Cómo afrontaste esos momentos, suponemos, llenos de incertidumbre?
Nico: «Pues como puedes imaginar no fue nada fácil. Lo peor casi no era perder la gira, el contrato discográfico que había firmado etc., etc., lo peor era no saber cuántos meses necesitaba para volver a recuperar la movilidad total de mi mano derecha.
Estuve con rehabilitación cinco meses y fue un proceso horrible. Al final, no recuperé la movilidad del dedo completamente y perdí bastante fuerza en la mano y en el brazo, pero por lo menos pude volver a tocar y componer. Así que, dentro de todo lo que podía pasar, no me puedo quejar».
En plena desescalada —que parece que fue ayer, ¡pero ya hace cuatro años!— publicas Stories Vol. I (2020), un EP que recopila tres temas que nacieron de improvisaciones en momentos muy distintos; por ejemplo, “Octubre” data de 2009. Sin embargo, escuchamos un trabajo homogéneo y coherente, ¿cómo lo conseguiste? ¿Son en realidad reelaboraciones, fue cuestión de arreglos...?
Nico: «Son las composiciones originales de cada momento.
Lo de “Octubre”, por ejemplo, fue una improvisación que había guardado en una carpeta, donde pasó muchos años perdida y siempre me había quedado pena de no compartirla. Cuando volví a grabarla en un piano de verdad para sacarla en las plataformas, decidí mantener la improvisación original. Para mí era como volver al Nico de ese momento, en su piso en Vigo mientras estudiaba el superior, y muchos años después volver a hablar con él de alguna manera».
Al hilo, ¿qué papel le de las a la improvisación a la hora de componer? En este aspecto, ¿tienes (o te autoimpones) algún límite cuando te sientas frente al teclado?
Nico: «Como ya puedes imaginar por mis respuestas anteriores, para mí la improvisación es todo. Así empiezo a trabajar en las bandas sonoras de películas o en mis temas de mi proyecto personal. Me encanta coger dos acordes, por ejemplo, y pasar una hora “jugando” con ellos. Muchas veces grabo todas las improvisaciones y, a veces, rescato melodías que me gustan, motivos rítmicos... que después son la base para otros temas».
El videoclip de “Gaia” está realizado a partir de fragmentos de vídeos caseros de tu primer concierto de piano. ¿Qué le dirías ahora a ese pequeño Nico (¡que aún no sabía lo que le venía por delante!)?
Nico: «Que disfrutase más y no se preocupase tanto por tantas cosas :)».
Lo de «Vol. I»... ¿implica que podremos esperar por una segunda entrega?
Nico: «La verdad es que tengo la segunda entrega a medias y un poco apartada, ya no sé se la sacaré...».
Últimamente también estás componiendo bandas sonoras para series de TV cómo Maricón perdido (2021) o Yo, adicto, serie de Javier Giner que se emitirá en Disney+. ¿Qué diferencias ves entre componer para una película y para una serie?
Nico: «El proceso no cambia mucho. Una serie, al tener diferentes capítulos, implica que el proceso de composición, grabación, mezcla, etc. es distinto y, en muchos casos, más estresante, pero la relación con el director, probar ideas, ir componiendo poco a poco... en otros muchos casos son muy similares».
Estás presentando Tourís (2024) un nuevo EP cómo ti mismo decías «después de tanto tiempo sin sacar música». ¿Cómo nació, conceptual y musicalmente, este disco?
Nico: «Después de la lesión tenía muchas ganas de compartir música nueva. Así como el primer disco, Alone, nació en mis años en Londres; ahora, que ya llevo unos siete años viviendo en Madrid y estoy (y me siento) más cerca de Galicia, me apetecía trasladar el momento vital por el que estoy pasando en un pequeño EP, mostrando diferentes estilos musicales con los que llevo tiempo trabajando».
Tourís (Brión) es el nombre de la aldea gallega donde está la casa de tus abuelos, en la que pasaste parte de tu infancia. Como principal fuente de inspiración para el álbum, ¿de qué manera se traslada esta a los siete cortes que lo componen? ¿Lo de aproximarse a la música tradicional tiene que ver también con ese regreso a la infancia, a los orígenes?
Nico: «Estos últimos años pasé varias temporadas en Tourís componiendo yo solo y casi todos los temas del EP nacieron allí o conseguí darle la forma final allí. Y sí, me apetecía jugar un poco más con la electrónica mezclada con ritmos o detalles más tradicionales».
Si en Alone escuchábamos ecos de electrónica, en este álbum te lanzas a las bases de cabeza. ¿Cómo describirías esta evolución en tu sonido?
Nico: «La describiría como natural. Hace años creo que ni escuchaba tanta música electrónica ni me interesaba, por eso no me surgía. Sin embargo, estos últimos años estoy tan metido como oyente que pienso que es normal y natural que la vaya incorporando en lo que hago a medida que voy aprendiendo a trabajar con ella».
Otra cosa que notamos es la sustitución del piano de cola por el de pared con un color diferente, más íntimo tal vez. ¿Por qué esta elección, qué crees que aporta al disco?
Nico: «Fue otra decisión que vino muy natural. Creo que el sonido de un piano más pequeño, de pared, hace que la música esté un poco más cercana al que la escucha que si fuese un gran piano de cola en un auditorio enorme. Había algo de íntimo, personal, pequeño, en esa aproximación, que me gustaba».
Foto: © A. Pedreño
¿Cómo fue el proceso creativo de Tourís?
Nico: «Pasar en Tourís varias temporadas yo solo, disfrutando del silencio, de la naturaleza, del frío —una de las veces fui en invierno y la casa no estaba nada preparada (el agua caliente, la calefacción) y pasé bastante frío— pero la experiencia fue muy enriquecedora».
¿Qué influencia tiene tu faceta como compositor de bandas sonoras en tu obra ajena al cine? ¿Es también esta «cinemática»?
Nico: «Creo que aunque no lo quiera, la parte más cinemática está en todo lo que hago. Después de componer tantas bandas sonoras para historias de otros, cuando tengo que preguntarme a mí mismo “¿qué es lo que siento? ¿Cómo estoy? ¿Cómo lo quiero traducir en música?” por lo menos la experiencia y las herramientas ya las tengo.
A veces es más difícil no tener a un director o directora guiándote y tener que ser uno mismo el que decida qué vale y qué no vale, pero como experiencia es una pasada».
Junto a Edu Imbernón, Luis Clemente y Álvaro Monreal formas parte de IMBERMIND, una (renovada) banda de música electrónica con la que estás finalizando el que será vuestro primer disco. ¿Cómo surgió este proyecto conjunto? ¿Qué diferencias destacarías entre trabajar en grupo a hacerlo en solitario?
Nico: «Este grupo es una de las mejores cosas que me están pasando actualmente.
Llevo años trabajando con Edu Imbernón y él desde siempre tenía la idea de montar una banda, mezclando su mundo más electrónico con otro más indie, más cercano a un grupo de música tocando instrumentos reales arriba de un escenario. Hace un año que estamos trabajando los cuatro juntos; estamos acabando un disco con la idea de empezar a compartir temas este otoño y empezar a tocar en directo el próximo verano... y la verdad es que no puedo estar más contento y más emocionado.
Mi trabajo es muy solitario y a veces no es fácil de llevar. Tener la oportunidad de trabajar con otras tres personas que admiro tantísimo a nivel personal y musical y de las que aprendo tanto es todo un lujo. Como digo, de las mejores cosas que me pasaron últimamente».
A mediados de junio subiste al escenario del Teatro Principal para dar tu primera actuación acompañado por dos bailarinas, Carla Cervantes y Sandra Egido, en el marco de las Jornadas de Música Contemporánea. ¿Cómo surgió, y se desarrolló, esta fusión entre música y danza? ¿Repetirías?
Nico: «Como con la banda Imbermind, es otro proyecto que surgió un poco de casualidad y no puedo estar más feliz de trabajar con estas dos bailarinas que tanto admiro.
Llevan tiempo con un espectáculo de danza en el que bailan con temas de mi disco Alone y de Tourís. El espectáculo de Santiago fue la primera vez que estuvimos los tres encima de un escenario y fue una de las experiencias más bonitas que tuve últimamente. Funcionó tan bien que la idea es hacerlo por lo menos en Madrid y Barcelona después del verano, ya estamos gestionándolo».
¿Cuándo, y dónde, podremos disfrutar de Tourís en directo? ¿Qué puede esperar el público de un concierto de Nico Casal?
Nico: «Ahora estoy acabando la serie de Yo, adicto para Disney+, pero si todo ve bien en otoño la idea es presentar el EP, junto con temas nuevos, en un concierto íntimo en Madrid».
En la actualidad, ¿qué artista o grupo gallego nos recomendarías? ¿Algún favorito que deberíamos conocer?
Nico: «¡Muchos! Me encanta Baiuca, Blanco Palamera, Fillas de Cassandra, Sen Senra, Boyanka Kostova...».
Si abriésemos tu cuenta personal de Spotify, ¿qué escucharíamos? 100% Sinceridad, 0% Vergüenza
Nico: «Mucho Fred Again, Emmit Fenn, pablopablo, Ralphie Choo, Sohn, Tora, Floating Points, Sin Senra, Rosalía, Guitarricadelafuente, James Blake...».