HILARIO RODEIRO: «INTENTO NO PONERME LÍMITES, PERO QUIZÁS ES INEVITABLE TENERLOS»
Músico y compositor gallego, Hilario Rodeiro ha compartido escenario con infinidad de artistas internacionales, ha creado paisajes sonoros y música para espectáculos de danza contemporánea, además de producir música para artes escénicas. Afincado desde hace más de una década en los alrededores de Donostia (Guipúzcoa), Rodeiro es conocido por su mezcla de improvisación libre, el free jazz, la música de cámara, el pop rock.... un estilo personal dentro del jazz experimental que refuerza ahora en sus últimas creaciones para quinteto.
Acompañado por Juan de Diego (trompeta), Eneko Diéguez (saxo alto), Julen Izarra (saxo tenor) y Kike Arza (contrabajo), Hilario Rodeiro (batería, composición) lanza Pausa (Errabal Jazz, 2024), su primer disco de jazz bajo su propio nombre.
Hilario Rodeiro. Foto © Daniel Fernández
¿Cómo llegó Hilario Rodeiro a sentarse por vez primera detrás de la batería... ¿y qué hizo que lleves ahí varias décadas?
Hilario Rodeiro: «Pues en un principio fue la trompeta el instrumento que escogí. Empecé a estudiarla de pequeño, ya que gran parte de mi familia estuvo muy implicada en la Banda de Música de Ordes. Por cosa del asma, no era quién de practicar mucho tiempo seguido, así que cambié después a la percusión. Lo cogí con ganas y, después de un tiempo, un tío mío, también músico aficionado, vio que tanto para mí como para la propia banda de música le venía bien que hubiese una batería. ¡Todavía me acuerdo ir con él a la tienda de música a comprarla! Yo tendría unos trece o catorce años.
Después se convirtió en una obsesión que aún me dura. Estaba fascinado con la cantidad de estilos que se podían tocar, y siempre tuve mucha curiosidad en este aspecto. Pienso que me vino alimentada por el batería Leo Pimentel. La energía que me produce tocar la batería tiene mucho de ritual, además de disfrutar tocando soy consciente que en este oficio también transciende algo más antiguo que nosotros».
Durante tu extensa formación académica fuiste alumno de grandes músicos como LAR Legido, Guillermo McGill, Jorge Rossy, Jo Krause ou Guillermo Klein. ¿Qué te llevaste en el bolsillo de estas experiencias?
Hilario: «Hay maestros que te provocan de tal manera que ya no vuelves a ser el mismo después de encontrarlos. Marcante tanto, que no serías el mismo sin ellos.
LAR despertó en mí la afinidad por la experimentación, por sentir cierto vértigo en la escena y de buscar siempre algo distinto. Él siempre fue un artista muy atrevido y desde el primer momento lo tomé como ejemplo a seguir; me tenía fascinado proponiéndome cierto tipo de tareas muy alejadas de la formación más académica. Además, él fue quien me descubrió el free jazz y, sobre todo, el mundo de la improvisación libre.
Por otro lado, Guillermo McGill me dio muchas herramientas para ser un músico versátil, estaba muy atento a mis inquietudes y enseguida conecté con él; fue un verdadero guía. De él me quedé con la buena costumbre de seguir investigando folclores de todas las partes del mundo y de trabajar mediante la motivación.
Jorge Rossy te rompe la cabeza en cuanto lo escuchas tocar delante de ti; tiene un sonido inimitable, sin duda. Tuve la oportunidad de hablar mucho con uno de mis mayores ídolos. De conversaciones con él me llevo todo tipo de consejos sobre este oficio, pero también saqué que el esfuerzo tiene su premio; él es un trabajador incasable.
Jo Krause fue uno de los profesores que más me ayudó a ser un mejor intérprete y a dominar mejor el instrumento; a ir salvando barreras. Él es una pieza fundamental en mi formación y sin él nada sería igual.
Por otro lado, Guillermo Klein es uno de los grandes compositores en el jazz contemporáneo, fue una motivación insustituible para seguir componiendo e investigando en una voz propia en este aspecto. Él es para mí un ejemplo de artista íntegro, que mezcla músicas improvisadas con su folclore sin complejos ni pretensiones, haciendo que todo fluya de forma sencilla».
Hilario Rodeiro. Hilario Rodeiro Quinteto en concierto en el Café Camalea (Santiago de Compostela). Foto © Manu Vidal
La música de Hilario Rodeiro caería dentro del jazz experimental, pero ¿cómo la describirías tú?
Hilario: «Este disco puede ser un tanto ecléctico, cayeron en él muchas cosas distintas. Es jazz, pero no es el jazz canónico que la gente tiene seguramente en su memoria, basado en la tradición norteamericana.
Siempre me sentí más cercano a los artistas del jazz europeo contemporáneo, para mí tiene otra concepción y no pesa del mismo modo la tradición americana de los años 30 y 40. El pop rock anda asomando siempre por ahí, y soy deudor de todas bandas que me gustaban de nuevo, no huyo de esto, me aprovecho de eso. El free jazz y la improvisación libre son parte importante de mí, son dos de los estilos donde siempre que tengo oportunidad aprovecho para expresarme.
¡Me cuesta definir mi música con una sola etiqueta!».
¿Cuánto de experimentación dirías que tiene? Respecto a este tema, ¿tienes algún límite (auto)impuesto?
Hilario: «Aunque hay cierto grado de experimentación, en este disco no está ni aparece en todas las piezas.
Cuando escribo música suelo acotar una parte de la propia experimentación y trato de unir con coherencia la parte compositiva y la improvisatoria. Doy pie a que los músicos sean libres, que encuentren caminos nuevos mediante unas pocas indicaciones, cuanto más sucintas, siempre mejor.
Intento no ponerme límites, pero quizás es inevitable tenerlos. La duración del propio disco ya es uno, también la intención de grabar un disco que fuese equilibrado y el hecho de poder llevar la mayoría de piezas al directo. Veo que experimentamos mucho en el escenario, hay oportunidad. El repertorio es lo suficientemente abierto para que se vaya transformando de concierto en concierto.
Tengo una clara intención de seguir arriesgando en este aspecto en próximos discos».
Hilario Rodeiro. Foto © Daniel Fernández
Hablando de estilos, límites, experimentación... tu nombre aparece ligado a un par de proyectos que se alejan bastante del jazz: Anosmic, de IDM y música experimental, y TnuK, basado en la electrónica. ¿Cómo surgen estos proyectos paralelos? ¿Dirías que se retroalimentan, o complementan, de alguna manera entre sí?
Hilario: «Puede ser. Tienen que ver entre sí en cuanto a que ciertas premisas y herramientas que tengo para componer en acústico aparecen luego en el electrónico, comunes a ambas facetas, pero sobre estilos muy lejanos.
TnuK nació de la mera curiosidad, de experimentar con algo totalmente nuevo para mí. Me sentía cómodo creando texturas y paisajes sonoros, saliendo con una grabadora o buscando romper límites con el ordenador y los aparatos. TnuK transita alrededor de sonidos que fluyen de forma suave y continua. Desde ahí derivó luego toda la música que hice para danza contemporánea y otras artes escénicas. Fue todo un descubrimiento para mí, pero sin Carmen Larraz, coreógrafa navarra, quizás no lo habría desarrollado nunca; fue una de las artistas que más me ayudó a confiar en mí como creador.
La mayoría de las piezas que produje en la electrónica están todavía sin publicar... ¡ahora mismo necesito días de 25 o 26 horas! Tengo un montón de discos terminados y pendientes de ir publicando con todo esto, tanto de piezas escénicas como de otras músicas que fui creando en paralelo.
A raíz de la preparación de Pausa decidí adoptar un seudónimo para la parte electrónica, y de ahí vino Anosmic —no soy anósmico pero casi, me cuesta mucho oler— se me hacía muy raro que, bajo el mismo nombre artístico, los discos de electrónica se mezclasen con los más acústicos y cercanos al jazz contemporáneo. Son dos corrientes demasiado distintas y por eso decidí crear a Anosmic. De momento, cada una de las corrientes irá por su camino, pero nunca se sabe si se podrán mezclar».
Tanto a la hora de componer como de interpretar, ¿a quién tienes como referente? ¿Quién tiene, o tuvo, un particular impacto en tu trayectoria musical?
Hilario: «En la interpretación hay varios artistas que me fueron impactando y que fueron clave. Aunque no os lo creáis, el batería John Bonham fue referencia total, insustituible. Después, en el jazz aparecieron muchos artistas en los que me fui fijando, Jorge Rossy incluido; pero creo que Paul Motian es sin duda mi mayor influencia. Fue un artista americano, también batería y compositor, que investigué muy muy a fondo y es una de mis mayores influencias, no solo estilísticas, también como inspiración en mi carrera artística.
En la parte compositiva no tengo a nadie como un referente claro. Creo que es más la suma de autores como Wayne Shorter, Thelonious Monk o Charles Mingus, y contemporáneos como Mats Eilertsen, Avishai Cohen o el difunto Esbjorn Svenson».
Aunque eres de Santiago de Compostela, hace más de una década que resides en Donostia (Guipúzcoa). ¿Influye de alguna manera esa morriña tan propia de nosotros los gallegos en tus trabajos?
Hilario: «Nací en Santiago y estudié música allí más tarde, pero en realidad soy de Ordes. Viví allí mis primeros veinte años allí con mi familia y amigos antes de irme a estudiar fuera.
Nunca fui realmente consciente de esta morriña, pero apareció de forma inesperada hace unos años. Este disco tiene mucho de eso; en él hay cosas del lugar de donde soy, no siempre de forma totalmente explícita, también en pequeños detalles. Llevaba años viendo que no podía escapar de eso y, realmente, me reconforta seguir sintiendo la tradición como influencia de esta expresión artística tan contemporánea como es la música improvisada relacionada con el jazz. Sé bien que soy gallego hasta la médula, no puedo pasar desapercibido».
Hilario Rodeiro y Julen Izarra. Hilario Rodeiro Quinteto en el Café Camalea (Santiago de Compostela). Foto © Manu Vidal
Euskadi tiene una importante tradición en el jazz, también con importantes festivales... ¿ese ambiente tiene también impacto en tu música?
Hilario: «Lamentablemente la realidad es un poco más triste.
Los festivales son un evento importante, pero es un mero escaparate creado para atraer el turismo de forma puntual y muy localizada. En Euskadi sufrimos muchas carencias de base y apenas hay lugares donde tocar estos estilos, salvando salas como Jazzon en Bilbao o el Dazz en Vitoria... y poco más. Hay muchas cosas que solucionar con el público y con los hosteleros. Desde el sector musical relacionado con la música improvisada somos muy críticos con la situación actual en Euskadi y trabajamos para cambiar esta dinámica.
En mi opinión, y por sorprendente que parezca, Galicia tiene más escena, tradición y público afín al jazz que el propio País Vasco, y se comprueba sobre todo en la cantidad de artistas gallegos dedicados a las músicas improvisadas y que se continúan formando».
Como compositor, has creado paisajes sonoros para varios espectáculos de danza contemporánea. ¿Cómo afrontas la composición de estas piezas que, a diferencia de otras, tienen el objetivo de acompañar el cuerpo en movimiento?
Hilario: «Lo más bonito de crear música para danza es que creas música mano a mano con un equipo formado de otras disciplinas artísticas; cada uno aporta su trabajo desde otros lugares, hasta llegar a un punto en común. Esto ayuda a tener una perspectiva muy enriquecedora para una obra que puede ser bastante compleja a veces.
Para este tipo de composiciones suele haber una parte previa de investigación muy importante, antes de escribir ni grabar una sola nota. Generalmente son obras en las que las diferentes disciplinas tienen un marco teórico muy trabajado. En la parte musical hay que tener en cuenta que todo tiene que respirar de una manera distinta, más reposado. Al principio me llamaba la atención que melodías demasiado vivas o con demasiados cambios armónicos robasen tantísimo el protagonismo al movimiento; creo que tiene mucho que ver con la música para cine.
Desde hace unos años, esta forma de trabajar con la danza caló en mí y vengo trabajando así en muchas de las piezas que compongo, como en este mismo disco».
Estás presentando Pausa (2024) tu primer disco jazz firmado con tu propio nombre. ¿Cómo surgió la idea de este trabajo?
Hilario: «Cuando cogí fuerzas para crear una nueva banda, tenía claro que tenía que ser esta combinación de instrumentos. El trío de viento, contrabajo y batería, sin instrumento armónico, es una de mis formaciones fetiche, y con este quinteto podía disponer de tres tríos distintos, más todas las combinaciones que se me ocurriesen. Lo vi claro a raíz de un concierto de Bill McHenry en la radio NPR, que me dejó la cabeza loca de todo.
Primero llamé a los músicos y después me puse a componer piezas nuevas, pensando en lo que aportaría cada uno. Decidí continuar en la temática de la pausa; la idea de las pausas viene de largo, al principio fueron unas composiciones pequeñas a modo de interludio que ya interpretaba en mi trío Citric, quedó alguna grabada en el disco Mandra, pero hubo muchas más. Tenía claro que quería seguir investigando esto. Estaba buscando representar ciertos momentos sin ponerme barreras y sin autoimporme estilos ni nada parecido, siendo lo más natural posible al componer. Como hago siempre, compuse mucho material y me quedé luego con el que mejor me cuadraba para el disco».
Hilario Rodeiro Quinteto. Foto © Daniel Fernández
Para este álbum, en formato quinteto, cuentas con cuatro reconocidos músicos de la escena jazzística estatal: Juan de Diego (trompeta), Eneko Diéguez (saxo), Julen Izarra (saxo) y Kike Arza (contrabajo). ¿Por qué ellos? ¿Qué dirías tú que aportan, además de lo obvio, a tus composiciones?
Hilario: «Son músicos cercanos a mí, compañeros y amigos, con los que me gustó siempre trabajar. Tienen en común que son artistas muy exigentes consigo mismos, y que dan siempre el máximo en su trabajo. Cada uno de ellos tiene una voz propia muy distintiva y personal, no se trata de músicos que imitan la forma de tocar de otros.
Kike tiene un dominio de su instrumento espectacular y en esta banda tiene mucha responsabilidad, no es un papel sencillo para cualquier bajista; con él puedo arriesgarme sin miedo en la escritura, sé que podrá hacer cualquier cosa. Juan y Julen son músicos que se expresan con mucha calma y disfrutando mucho del momento. Juan siempre me sorprende, nunca sé bien qué puede llegar a pasar con él en el aspecto musical, pero confío en él muchísimo, sé que lo que aporta a la banda es muy espontáneo y especial. Además ¡estoy enamorado de su sonido de trompeta! Julen tiene una aura distinta al resto cuando toca; me evoca mucho y me transporta a una parte de mí muy mística. Cuando escribía varias de las melodías del disco tenía en mente su forma de aportar estos matices.
Por otra parte, Eneko tiene una energía muy especial; es el más joven de todos con diferencia, pero tiene una sabiduría infinita y no hay disco que él no conozca. Aporta mucha frescura a la banda y tiene un oído increíble. Él es muy vívido cuando toca y le encanta probar cosas y experimentar con los límites, está colaborando mucho en descubrirnos nuevos caminos en este quinteto».
Juan, Eneko y Julen. Hilario Rodeiro Quinteto en el Café Camalea (Santiago de Compostela). Foto © Manu Vidal
¿Por qué esa elección en la composición instrumental del quinteto, con ese peso tan notable de la sección viento metal?
Hilario: «Principalmente fue una cuestión de energía. El rango dinámico y tímbrico es realmente muy amplio, y puede llegar a ser muy intenso o infinitamente delicado.
Por otro lado, hay una ambigüedad constante que me atrae muchísimo, por la falta de una armonía afianzada por un piano o una guitarra. Me encanta esa sensación, crea situaciones realmente interesantes. Me gusta mucho arreglar para vientos y con esta combinación podía experimentar algunas cosas que hasta ahora no había tenido ocasión».
Eneko, exalumno de Julen para más datos, es el músico más nuevo del quinteto y toda una promesa del saxo. ¿Afecta a la dinámica del grupo el salto intergeneracional? De ser así, ¿de qué manera?
Hilario: «Intento no darle mucha importancia a esto, pero es evidente que existe cierto salto. Creo que nos aporta mucho a todos, en ambas direcciones; no quiero hablar por él, pero imagino que nuestra experiencia será algo que le estará ayudando en parte.
En este oficio se aprende mucho de los propios compañeros y, para mí, fue fundamental tener ese tipo de experiencias en mi carrera, con músicos de una generación por encima con los que pude compartir escenario. En mi caso, Eneko me ayuda a estar mejor conectado con la música de hoy, a comprender que está cambiando en el mundo artístico y a sumarme la ese cambio, sin prescindir, claro está, de mi propia voz. Él me contagia su infinita curiosidad y su autoexigencia.
Creo que es una pieza fundamental en el quinteto, me da la impresión que provoca este tipo de dinámica en el resto de la banda».
Eneko Diéguez. Hilario Rodeiro Quinteto en el Café Camalea (Santiago de Compostela). Foto © Manu Vidal
Aunque sabemos que en el jazz es algo muy habitual, no podemos pasar por alto las formaciones paralelas de las que, además del quinteto, sois parte; lo que significa, diferentes repertorios, diferentes ensayos... ¿Cuál es el superpoder que os permite compaginarlo todo?
Hilario: «[Risas] ¡Sería genial tener ese superpoder! No hay secreto, hay mucho más de preparación, de formación previa, y mucho de trabajo duro.
Desde luego, en el jazz practicamos muchísimo en solitario y en conjunto, pero además tenemos bien entrenados ciertos aspectos que nos permiten compaginar muchos trabajos a la vez: la lectura, el oído, conocer muchos estilos y su repertorio típico, y, por supuesto todo lo referente a la improvisación y los aspectos referidos a la teoría.
No lo considero muy distinto a los buenos profesionales del pop o del folk. Lo que sí me parece digno de superpoder es la gente que consigue hacer todo esto y ser quien de sacar tiempo para llevar bien todo el resto. Hay que dedicarle muchísimo tiempo y esfuerzo a la parte de management; quizás es la parte más ingrata para la gente que nos gusta concentrarnos más en la creación».
El tiempo, en especial su percepción y la manera en el que se manifiesta, es una de tus fijaciones y el hilo conductor de este álbum. Además del título, ¿de qué manera trasladas este concepto a las canciones que lo componen?
Hilario: «Principalmente quise ralentizarlo en momentos precisos y describirlos de forma bastante incidental.
Cada pieza habla de una situación muy concreta, intentando extraer mediante la música la carga emocional diera momento que detuve. Las distintas expresiones de tiempos y estilos de los temas van en relación. También jugué con el tiempo diente aspectos técnicos. Hay temas donde tratamos con formas diferentes de rubato, como “Atopeite”, “No espello” o “Escoitar". También utilicé el silencio como herramienta, que queda en suspenso en muchas partes del disco; creo que el silencio ayuda a perder la percepción de un flujo constante del tiempo. Dentro del disco hay algunos juegos de improvisación donde el tiempo se vuelve realmente ambiguo.
Por último, la propia forma de colocar el repertorio y de abrir y cerrar el disco buscan intencionalmente jugar con la precepción del mismo».
El tiempo es un elemento esencial de la propia música cómo de la propia vida, como las pausas, los silencios. Parece hasta lógico que un baterista tenga fijación con él... ¿Pero esa, digamos, obsesión tuya con el tiempo tiene relación con el propio ritmo o su origen está en algo enajeno a la música?
Hilario: «Desde luego, como músico es una parte fundamental. Trabajamos para colocar los sonidos en una línea temporal y necesitamos tener mucho control del mismo con nuestro instrumento. Reconozco que es uno de los aspectos que más me obsesiona y que más trabajo como intérprete, pero como creador, me fijé más en el aspecto humano de su percepción y sobre cómo nos afecta y nos influye. También me fascina el aspecto físico de cómo se crea; hay cosas, dentro de la física de partículas, y también con la luz que me dejan totalmente abrumado».
Hilario Rodeiro. Foto © Manu Vidal
Particularmente fueron las pausas, «aquellas intersecciones entre momentos distintos», la principal fuente de inspiración de las piezas. ¿Por qué estos intervalos de tiempo en concreto?
Hilario: «Meditando sobre esto tenía la sensación de que nunca somos conscientes de cómo estamos o cómo somos hasta que algo cambia; siempre vamos enlazando momentos distintos. Quizás somos conscientes de lo que vivíamos antes a partir del momento que lo perdemos. Imaginé que hay puntos precisos donde todo cambia, una especie de vértice donde venías en una dirección y sales hacia otra. La palabra “pausa” tiene también ese significado de detener o interrumpir una acción. En el disco también hay temas dedicados a practicar una pausa en un momento que quieres conservar, como la imagen que se me crea en cabeza con “Para ti” o “Atopeite”».
Musicalmente, Pausa se mueve entre jazz, free jazz, música de cámara e incluso pop rock. ¿Cómo se logra equilibrar esta brillante combinación de estilos?
Hilario: «Realmente no sé si se llegan a equilibrar, pero me vale... siempre estoy en la cuerda floja de los estilos. Creo que el quinteto nunca llega a ser solo una cosa, un solo estilo. A veces también se intuyen cosas pequeñitas de la música tradicional, pero no quiero ser literal ni fiel a ningún estilo; estoy contento, porque no me forcé a hacer ninguna onda en concreto. Al final pasó que se juntaron todas mis inquietudes, todas mezcladas por encima de la música improvisada».
Juan de Diego. Hilario Rodeiro Quinteto en el Café Camalea (Santiago de Compostela). Foto © Manu Vidal
Adelantabas el disco con un sencillo, Pausa para un paseo pola tarde (2024), en el que además de la cara, homónima, la cara B es “Ao quedar sen verbas”, un tema que, sin embargo, no encontramos en el disco. ¿Por qué?
Hilario: «Tenía la premisa de tener un disco no demasiado largo y que estuviese equilibrado en el repertorio. Aun así, llevé muchos temas y después de grabar escogí el material que más me encajaba, por eso quedaban algunas composiciones fuera. Tanto “Escoitar” como “Ao quedar sen verbas” tienen una forma de tocar parecida, están muy metidas en el free jazz. Al final me encajó mejor en el disco “Escoitar” pero “Ao quedar sin verbas” estaba tan bien interpretado que era una lástima no mostrarlo.
A mí, como melómano, no me gustan demasiado los singles, ya que siempre se me quedan cortos, pero reconozco que hoy en día ayudan mucho a difundir el contenido de un álbum. Escogí como tema principal el que más le gustó al público del preestreno, y también por unanimidad de mis músicos, productor y discográfica, pero incluí un tema free jazz como “regalo”... ¡no sea que luego piensen que el álbum es un disco entero de pop jazz!».
“Perdoa” dura más de siete minutos, mientras que “...con Mary” no llega al minuto de duración. ¿Cómo fue a dar vida a estos dos cortes hasta ser el más largo y el más corto del álbum respectivamente?
Hilario: «Aun siendo uno de los temas más largos, recuerdo que compuse “Perdoa” en poquitas horas y, en cosa de una mañana, ya tenía la pieza terminada. Es una maravilla cuando pasa esto; a veces puede atravesarse mucho una pieza hasta que se le ve el sentido, pero esta salió de una forma muy rápida, jugando a partir de la línea de bajo.
De forma parecida “...con Mary” es una melodía que escribí también en un momentito; fue un regalo que le escribí a una persona que quería muchísimo para acordarme siempre de ella, una despedida».
Ya metidos en el proceso creativo, ¿cómo trabajaste la composición del resto de los temas?
Hilario: «Normalmente trabajo desde mi piano, lo tengo colocado del lado de la batería y casi siempre voy pegando saltos entre un instrumento y otro. Suelo cantar mucho cuando estoy tocando percusión y me vienen muchas melodías y arreglos cuando interpreto desde los tambores. La batería también me da cierto impulso, con ella soy capaz de imaginar la fuerza que puede tener mi idea y los caminos por los que la puedo llevar luego. Después acudo al piano para darle forma en papel.
Casi todos temas están compuestos llegando de mañana a mi local de ensayo y sentándome delante de una hoja en blanco. Muchas veces tengo la idea de la situación que quiero musicalizar, o empiezo improvisando con algún instrumento hasta que algo se conecta en mi cabeza; una situación personal con un giro armónico, un ritmo con una idea... anoto todo y a partir de ahí sigo trabajando.
No siempre parto de la improvisación, también trabajo mucho desde algunos sistemas de composición y herramientas que voy llevando conmigo e investigando desde hace tiempo».
Hilario Rodeiro Quinteto en concierto en el Café Camalea (Santiago de Compostela). Foto © Manu Vidal
Es jazz, claro, pero, ¿qué papel juega la improvisación en ese proceso de creación del que hablábamos en la pregunta anterior? ¿Y en la recreación luego de los temas en directo?
Hilario: «Para mí es clave pensar en la improvisación. Somos músicos relacionados con ella y en especial con el jazz. Sin ese lugar para llevar más allá las piezas siempre nos faltaría algo.
En mi caso tengo temas que funcionan de la forma habitual de improvisar en el jazz, siguiendo la estructura de la pieza original como si fuese una variación melódica, como sucede en “Para ti” o “Perdoa”. Otras veces simplifico la rueda de improvisación, o la incluyo dentro de la propia exposición del tema, como en “Pausa para un paseo pola tarde”.
Otras piezas son un poco más rebuscadas: “Atopeite” contiene un juego sencillo y una sola indicación para desarrollar toda la parte improvisada; siempre aparece algo nuevo. “Escoitar” tiene la parte de improvisación llevada intencionalmente hacia el free jazz. “No espello” tiene otro punto de vista; quise experimentar con una improvisación de batería que se enfrenta directamente a una especie de lamento instrospectivo.
En el directo estamos probando cosas distintas aprovechando los materiales que aparecen en el disco; busco que el directo y el disco sean distintos, no quiero sentir que estamos recreando lo que ya grabamos. Por ejemplo “...con Mary” es ahora un dúo, completamente abierto, el tema es el hilo conductor, pero siempre sale algo distinto. Por otra parte, también estamos experimentando sobre “Si me tuveras cariño”, un canto tradicional que llevamos a la improvisación, pero de una manera muy libre. Veo que de este modo seguimos explorando y buscando nuevas formas».
Además de músico, compositor, intérprete y productor, también eres profe de batería. ¿Cómo vienen las nuevas generaciones de músicos? ¿Qué consejo, de esos que te gustaría que te hubiesen dado en su momento, le darías a alguien que empieza?
Hilario: «Vienen a mí alumnos muy preparados, con una energía y motivación increíble, y disfruto mucho de eso. Tengo suerte de disponer de tiempo para dedicarle; en mi opinión, es mejor tener pocos alumnos pero cuidarlos mejor. Me da pena ver que lo tienen más difícil que nunca, tengo la sensación de que hace años las condiciones de trabajo eran algo mejores.
A casi todos, cuando ya tienen cierto nivel, les doy un consejo muy raro, muy ambiguo, como no; les pido que me hagan mucho caso, que trabajen el que yo les pido, pero que se planteen siempre todo lo que yo le enseño, que lo cotejen; lo tienen que contrastar. Para nada pienso que haya una verdad absoluta en la música, y menos en los estilos de la música moderna. Creo que, sino, es muy fácil caer en el academicismo, y que es algo que todo artista íntegro debería evitar.
El mejor consejo que me gustaría haber recibido es que hay que trabajar a fondo para conseguir una voz propia. Olvidarse de imitar a nadie, conocer y respetar la tradición pero llevarla siempre más allá, y ser lo más personal posible».
De momento, Pausa ya fue llevado a escenarios de Galicia y Cantabria, ¿cómo está siendo su acogida?
Hilario: «Superé con creces mis expectativas, quedé contento de verdad. La gente menos acostumbrada a este tipo de música instrumental me comentaba que se quedaba realmente atrapada en la música. El público más aficionado encontró a una banda bien ensamblada, que navega y se divierte con el riesgo de hacer algo distinto a lo más convencional. Los conciertos fueron muy distintos y conseguimos que funcionasen en la calle igual que en un club pequeño con la gente cerquita.
Poder presentar el proyecto empezando en Galicia fue una sensación preciosa, dentro me hacía mucha falta volver a tocar aquí mi música».
Hilario Rodeiro e Kike Arza. Hilario Rodeiro Quinteto en el Café Camalea (Santiago de Compostela). Foto © Manu Vidal
¿Cómo describirías los directos de Hilario Rodeiro Quinteto? ¿Cuándo, y dónde, podremos volver a disfrutar de vuestra música en directo?
Hilario: «Intento crear un cierto ritual; para mí el acto de sentarme a escuchar y ver intérpretes con un instrumento en la mano sigue siendo un acto ciertamente tribal. Buscamos atrapar al público y trabajamos a fondo para que se conecte con nosotros. Los conciertos son intensos e íntimos, jugando con la densidad y con el silencio. Me gusta ver que la gente tampoco se pregunta qué es lo que escucha en el fondo, porque el repertorio es ciertamente muy variado.
Seguramente a final de año viajaremos fuera del País Vasco, por el sur de España, pero todavía hay que terminar de concretar detalles. Estamos trabajando a fondo para poder volver pronto a Galicia. ¡Se quedaron los músicos con falta de más pulpo y zamburiñas! También tengo muchísimas ganas que el próximo año este proyecto pueda tener cabida en algún festival gallego».
En la actualidad, ¿qué artista o grupo gallego nos recomendarías? ¿Algún favorito que deberíamos conocer?
Hilario: «Desde luego, en el mundo del jazz gallego hay que conocer a Sumrrá, de Santiago. Son unos trabajadores incansables y para mí un ejemplo de cómo llegar a hacer una banda de diez. Siempre fueron fuente de inspiración a la hora de apostar por mis proyectos.
También recomendaría a Bouba, unas cantareiras de A Pontraga, en Tordoia. No lo saben, pero a partir de escuchar a una de ellas reconecté con muchas de las cosas que pasan musicalmente en este disco, ellas son muy auténticas.
Barriendo para casa, pondría la atención en un músico que volvió hace unos años desde Barcelona, el pianista y compositor compostelano Juanjo Fernández. Tiene una discografía realmente personal, y su último disco es una música hermosísima, se llama Casa y está grabado con un cuarteto que llamó Delta (del que formo parte)».
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Hilario: «Abro Spotify y comento lo que voy encontrando: aparecen listas inmensas con músicos nórdicos relacionados con el jazz europeo, discográficas como ECM y similares. Todos tienen nombres muy difíciles de recordar, pero siempre vuelvo a Bobo Stenson, Jon Christensen o Mat Eilersten como favoritos. También hay muchas cosas de improvisación libre (me cuesta mucho quedarme con los nombres de tantos artistas).
Por otro lado, mucho jazz norteamericano de todas las épocas; cuesta estar al día, pero pongo mucho empeño en eso. Paul Motian sin parar, siempre y de continuo. Escucho también mucho free jazz, tanto del clásico como actual.
Luego, a temporadas, recaigo en el círculo de Radiohead y de sus miembros. Me gusta mucho el neosoul y sigo a varios grupos como Hiatus Kaiote. De vez en cuando vuelvo al folk rock americano, como Courtney Barnett o Tweedy.
También tengo rachas de desconectar del jazz y dedicarme de pleno a la electrónica y a cosas experimentales como Rival Consoles, Apparat, o Nils Frahm, y prestando atención a las músicas contemporáneas del s.XX y XXI».